Toni Bolaño

La quinta columna

Jugaron con intensidad la carta federalista hasta que Pere Navarro consiguió un acuerdo con el PSOE. No estaba en el guión. Todas sus aspiraciones se centraban en la ruptura lo que dejaría expedito el camino hacia el derecho a decidir y a la formación de un nuevo partido socialista. Su objetivo no es un proyecto para España, es un proyecto sólo para Cataluña. Navarro les chafó la guitarra con su acuerdo con Rubalcaba.

Ahora, los sectores disidentes del PSC deben plantear otra hoja de ruta basada en marcar perfil propio y distanciarse de Navarro. En definitiva, establecer el escenario que justifique la ruptura y culpar de ella a la dirección del PSC. El embrión del futuro Partit dels Socialistes Nacionalistes de Catalunya ha empezado a andar. Los disidentes nunca fueron federalistas. Eso sólo fue una estrategia. Su único empeño es, ha sido, y será fundar un nuevo partido de izquierda nacionalista. El pacto de Granada les obliga a quitarse la careta y definir el cómo y el cuándo del fin del PSC que hemos conocido en los últimos años.

Desde fuera trabajan, el conseller de Cultura con CiU, Ferran Mascarell, y Ernest Maragall. Tenían prisa por irse, se fueron y se quedaron sólos. Maragall arrastró a algunos militantes del partido. Mascarell cobijó, con sueldos públicos, a su núcleo duro que le ayudó a presentar su plataforma de apoyo a Mas en las pasadas autonómicas. Desde dentro, dos corrientes importantes, pero no las únicas. Agrupació Socialista –grupo de nuevo cuño liderado por la vieja guardia– y Avancem, el más sólido. Otros también han roto la baraja. Socialistes.cat y los que fueron dirigentes del colectivo Congrés des de baix ya no están en la órbita de la ortodoxia de la calle Nicaragua.

Avancem y Agrupació Socialista aprovecharán el tirón mediático que siempre tienen las minorías en los procesos de escisión. No se irán. Forzarán su expulsión. Navarro duda. Prefiere esperar y cargarse de razones. Sin embargo, lo único que el PSC no tiene es tiempo. Unos y otros miran de reojo a las contiendas electorales. Las europeas será el primer pulso. Los díscolos apuestan por una candidatura conjunta con la izquierda catalana. A la dirección oficial ni se le pasa por la cabeza. Las municipales abren nuevos interrogantes. Algunos dirigentes de estas corrientes son alcaldes. Presentarse sin la marca PSC puede significar la pérdida de la alcaldía, caso Àngel Ros en Lleida, o no alcanzarla de forma definitiva, caso Joan Ignasi Elena en Vilanova i la Geltrú. De Jordi Martí en Barcelona, sin comentarios. Y de las autonómicas, ni hablamos. El nacionalismo estará encantado. Tendrá la mayoría. Pero, sobre todo, su quinta columna habrá triunfado. Los nacionalistas del PSC le darán la puntilla a su principal adversario. El PSC habrá desaparecido o no será decisivo.