Alfonso Ussía
La repanocha
Según informa el diario ABC, la Asamblea Nacional Catalana, la organizadora de todas las chorradas independentistas, ha admitido un fraude a Hacienda de 1.500.000 euros. La repanocha en salsa de caracoles. Han sido sorprendidos con las manos en el fuet. Y lo han reconocido los responsables del voluntario fraude. Para mí, que esto de la Cataluña independiente se está desmoronando por ellos mismos. Los independentistas, se dedican a volar con dinamita sus sueños y utopías. Mas está más preocupado por la información que guarda el Gobierno de sus bienes ocultos que por el patinazo seguro de la convocatoria de esa consulta que nunca se va a celebrar. Pujol ha confesado sus desahogos económicos, aunque no parece la Justicia tan ágil en su reacción como en el caso de Luis Bárcenas, que lleva en la cárcel más de un año acusado de apropiarse de unas cantidades de dinero ajeno con menos ceros a la derecha que la familia Pujol Ferrusola. Y ahora, los puros, los utópicos, los guías de las masas aborregadas que forman cadenas, uves y mosaicos humanos, se reconocen defraudadores de Hacienda, admiten que han incumplido la ley, y asumen «que por ahí nos pueden pegar». Todo está en manos de Montoro, pero por ese lado pueden estar tranquilos. A Montoro, Cataluña le asusta una barbaridad.
Lo preocupante es la reacción de los ingenuos. Decenas de miles de catalanes de buena voluntad, independentistas, separatistas o soberanistas –que hay muchas maneras de denominarlos–, desayunan cada mañana con una nueva decepción. Y esas decepciones y escándalos no provienen de la maldad del Gobierno de «Madrit» sino de las confesiones de los dirigentes en quienes ellos creían a ciegas. Es de esperar que la arrebatadora Carmen Forcadell se deje de pancartas y exhibiciones de masas y en un momento de humildad, reduzca sus ansias de muchedumbres a su sola persona, y con un micrófono ante sí, acceda a explicar a los suyos que su Asamblea también se queda con el dinero que no le corresponde. Y que, a pesar de la resistencia de Montoro, la Agencia Tributaria tenga la osadía de llevar a los principales responsables del fraude ante el señor juez, visita que ya tendrían que haber cumplido el señor Pujol, la señora Ferrusola, y los señoritos de la compacta familia, las cuatro caricaturas de los hermanos Dalton.
El desánimo es consecuencia de la permanente mentira y de las administraciones desleales. La Asamblea Nacional Catalana, además del fundamental apoyo económico de la Generalidad, se ha nutrido de donaciones particulares de miles de catalanes excesivamente incautos que confiaban ciegamente en la señora Forcadell y demás fabuladores de la Historia de Cataluña. Son ellos los engañados. Como han sido casi todos los ciudadanos de Cataluña los que han vivido durante treinta años con una venda en los ojos que sólo se quitaban para dormir. Para ello, ha sido primordial la colaboración y el silencio ante la corrupción de los medios de comunicación de Cataluña, también responsables de la angustia vital que hoy experimentan sus lectores y clientes audiovisuales. Con un solo periódico crítico con el poder político catalán, el silencio de los corderos se habría convertido en el rugido de los engañados. Pero en el nordeste de España, el Sistema no ha admitido jamás la crítica ni la desavenencia, bajo la amenaza de la suspensión de las siempre ansiadas ayudas económicas y subvenciones subterráneas. Una semana de meditación y reuniones agobiantes fueron necesarias para que TV3 informara con tanta cautela como tristeza que los Pujol podrían haber trincado dinero público en beneficio exclusivo de sus bolsillos. Y todo eso deja un amargo sabor de boca y heridas en el alma independentista que se traduce en el clamoroso desánimo que hoy experimenta el hombre de la calle que se ha sentido anímica y económicamente estafado.
Meter en la cárcel a la Pantoja es sencillo. Se dicta un auto de prisión, y la Pantoja ingresa en la trena. Hacerlo con los representantes de las instituciones de Cataluña, resulta más complicado. Ahí se entrecruzan pactos y palabras prisioneras de conversaciones en los despachos. Promesas de inacción a cambio de actitudes y gestos. Pero cuando son ellos mismos los que reconocen haber cometido un delito, caso Pujol y caso ANC, se antoja extraña la quietud de la Justicia. Por favor, algún juez valiente. O alguna, que todavía quedan, a Dios gracias. Y el señor Fiscal General, que se tome este asunto un poco más en serio. Doble repanocha.
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