Alfonso Ussía

La repera

La Razón
La RazónLa Razón

El gran avance social del siglo. La paridad en los semáforos de Valencia. Creo que todas las ciudades y pueblos de España están obligados a no quedarse atrás. Decenios llevaban las mujeres de Valencia exigiendo la igualdad en los semáforos. Semáforos y semáforas, jóvenes y jóvenas, arroces y arrozas y paellas y paellos. Y ahora que nos acercamos a San José, las Fallas y los Fallos, los ninots y las ninotas y la mascletá y el mascletó. El paso adelante que ha dado el Ayuntamiento de Valencia me ha emocionado. Ya era hora. Pero reivindico con todo respeto la figura del Fallero Mayor.

Me entusiasma Valencia. Llevo dos años sin visitarla, y mucho que lo siento. Una hora y media en el AVE, Iñaki Zaragüeta, el arroz o arroza –maravilloso o maravillosa–, que ofrecen en «El Canyar», y de vuelta a Madrid, la ciudad que no ha avanzado, la urbe de los semáforos machistas, como si sólo los hombres tuvieran derecho a cruzar la calzada. La tediosa antigüedad de la capital que discrimina a la mujer. En Santander los semáforos son también machistas, pero cuentan con un dispositivo interesante que probablemente sea igual de costoso que el de poner faldas al muñequito verde y al muñequito rojo. Se trata de un mecanismo que avisa a los peatones de los segundos que tienen para cruzar con tranquilidad la calle de una acera a otra sin necesidad de esprintar cuando el muñeco pasa del verde al rojo.

No es tan avanzado ni reivindicativo socialmente como el de las semáforas valencianas, pero evita los sustos, los quebrantos, los esguinces y los atropellos. Y la verdad es que, entre elegir la paridad o el susto, lo progresista es la paridad.

¿Por qué motivo no se ha aprobado en Madrid el presupuesto para dotar a los semáforos de muñequitos con faldas? El deber de todo escritor es el de analizar los grandes avances de la humanidad en cuestión de paridad, y a pesar del frío reinante en la Capital de España, he recorrido durante varias horas sus calles y alcanzado la siguiente conclusión. Que el Ayuntamiento de Madrid no tiene culpa alguna de que el 97% de las mujeres que pasean por las aceras y cruzan las calles de la ciudad lleven pantalones. Que en Madrid, las mujeres no precisan de muñequito con faldas en los semáforos porque se consideran igual de autorizadas a cruzar las calzadas que los hombres cuando el muñequito está en verde, y tan desaconsejadas como los hombres a pasar de acera a acera cuando el muñequito está en rojo. Es más, puedo asegurar después de analizar el comportamiento de la ciudadanía en más de setenta y cinco semáforos, que no se fijan en el sexo del muñequito, sino en su color, lo que demuestra la escasa sensibilidad feminista de la que hacen gala las mujeres de Madrid. Quizá ahora, cuando establezcan comparaciones entre los semáforos de Madrid y Valencia, las féminas con domicilio en la Villa y Corte, despierten de su letargo y exijan lo que, de acuerdo con la paridad, les corresponde por derecho. Pero en la mañana de hoy, no he percibido reacciones de sana y edificante indignación. Aparece el muñequito verde, cruzan como los hombres, y ni una protesta.

La valiente decisión del Ayuntamiento de Valencia nos obliga a los retrógados de toda la vida a plantearnos una cuestión. ¿Quién tiene la culpa de que en pleno siglo XXI los semáforos carezcan de muñequitos con faldas? ¿Los propios semáforos, los pantalones o el Partido Popular?

Y de tratarse del Partido Popular, ¿quién es el machista o la machista que no ha reparado en la afrenta de los semáforos a la mujer? ¿Álvarez del Manzano, Ruiz-Gallardón o Ana Botella? ¿Está Aznar detrás de la ofensa? Muchas preguntas para un solo día y ninguna respuesta, al menos hasta ahora.

En verdad, impresionante. La repera.