El desafío independentista

La resistencia

La Razón
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Hace unos años se publicó el libro «Historia de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña», del escritor y filósofo Antonio Robles, un firme defensor de los principios constitucionales y ex diputado de Ciudadanos, hoy embarcado en nuevos proyectos políticos y que ha sufrido en carnes propias la llamada «muerte civil», es decir el señalamiento del discrepante. El manual publicado era un relato de la lucha de unos pocos catalanes silentes contra la dictadura separatista y una feroz crítica a la cesión de competencias en educación, que la miopía de un Estado débil y corrupto ha ido cediendo a las distintas taifas hispanas. Han pasado los años y la resistencia al separatismo entre los catalanes libres de nacionalismo ha ido en aumento, de manera proporcional al desentendimiento del Estado español hacia el principal de los problemas que sacude a la vieja nación española, la ruptura que promueven los viejos aliados de las élites burgueses y la inversión millonaria en propaganda secesionista que la Generalitat ha puesto en marcha.

Cuando Robles describía el abandono de los distintos gobiernos españoles al principio elemental del respeto a la ley de leyes, sus planteamientos fueron ninguneados por las principales fuerzas políticas españolas, argumentando que el llamado «problema catalán» no se resolvería nunca y que estaba en plena vigencia mantener la máxima orteguiana de la «Conllevancia». En Cataluña en estos cuatro últimos años la radicalidad se ha instalado en la política desde la Generalitat y la llamada sociedad civil ha sido eliminada y sustituida por una pléyade de asociaciones separatistas surgidas de las cloacas de los partidos y dotadas de recursos ingentes que han liderado el proceso rupturista, mientras los medios de comunicación han sido embridados por suculentas dádivas oficiales. Pero siendo grave la situación de bombardeo mediático y de propaganda que hemos padecido, lo peor está en el mundo educativo, donde los docentes han recibido instrucciones políticas para incrementar la formación del espíritu nacionalista, y que está siendo demoledor entre las nuevas generaciones que crecen entre el odio a todo lo hispano y la ignorancia a los múltiples lazos de unión que hermanan a los pueblos de la vieja España.

La resistencia al nacionalismo va en aumento en la conquista del espacio público, enarbolando la bandera de la libertad, reivindicando el bilingüismo para que la vida pública coincida con la realidad social mientras denuncia la gran operación mediática para modificar esa realidad hasta hacerla coincidir con su modelo de exclusión de la lengua castellana. Hace unos días las principales poblaciones del cinturón industrial de Catalunya, y en especial Barcelona, se vieron «invadidas» por decenas de miles de gigantescas banderas de España. El ayuntamiento de la ciudad condal actuó ordenando a las brigadas municipales la eliminación de tamaña afrenta, mientras en calles y rotondas se exhiben sin pudor enseñas separatistas que permanecen amenazantes a la convivencia.

Mientras en Madrid se ignora a la resistencia y en Barcelona se les persigue, los catalanes libres de nacionalismo se organizan.