Lucas Haurie

La rica Westfalia se rinde a la industria «pigs»

Si la industria europea fuese un terremoto, su epicentro se situaría en la región de Westfalia. Además de la cuenca minera del Ruhr, en el estado cuyo ariete futbolístico es el Borussia, tienen su sede social cuarenta de las cien principales empresas de Alemania y su economía contribuye con el 22% del Producto Interior Bruto federal. El único muro del que hay memoria en el estadio de Dortmund, el Signal Iduna Park, es amarillo: el celebérrimo gelbe Wand que la afición yergue en la tribuna sur, un graderío vertical que ruge como pocas aficiones son capaces de rugir en el panorama continental. Y, sin embargo, tan siderúrgico equipo quedará mañana (salvo improbable catástrofe) eliminado por la maquinaria mejor engrasada del fútbol europeo, un producto de la ingeniería meridional. Cristiano Ronaldo, futbolista portugués entrenado por un italiano en un equipo español, sería pura tecnología «PIGS» si pudiésemos encontrarle algún ancestro griego en su genealogía madeirense. Paradoja en la Europa de las dos velocidades, donde nadie corre más deprisa que él ni ningún ingenio robótico alcanza sus prestaciones. En la vecina Gelsenkirchen, guarida del Schalke 04 (¿o era 1-6?), ya saben cómo se las gasta el hombre que declinó jugar en Anoeta porque su obsesión es la Décima. Ni siquiera ha hecho falta aludir a Kubrick o a Burgess para constatar que quien quería poner a punto su mecánica iba vestido de naranja.