Alfonso Merlos

La trampa

Increíble pero cierto. Y sobre todo irrebatible, visto lo visto y escuchado lo escuchado. La campaña que montó el PSN de la mano de los proetarras para echar del Gobierno por las buenas o por las malas a Barcina hace unos días era eso: una campaña, burda, improvisada, en la que a río revuelto pretendían pescar aquellos que han probado que les importan tres pitos los intereses generales de los navarros y lo que les concierne realmente es el poder; su búsqueda, conquista y disfrute a cualquier precio.

No. Una de las piezas clave sostiene en sede parlamentaria que aquí no hay caso de corrupción alguno, que la consejera de Economía practicó injerencias irregulares o inadmisibles pidiendo trato de favor a la Universidad, pero que hasta ahí se puede leer la tarjeta. Dicho lo cual, y a la espera de que avance la comisión: ¿Dónde están ahora los que clamaban al cielo hace unos días pidiendo moción de censura o elecciones anticipadas porque esto era peor que la «trama Gürtel» y la de los ERE falsos juntas? Podría parecer evidente que escondidos o arrepentidos. Aunque es dudoso. Porque los que tendieron una trampa con nocturnidad y alevosía, destilando cinismo a raudales, es raro que tengan una conciencia limpia. ¿O es que acaso no cobra todo sentido?

Lo más importante desde luego que sí. Aquí no hay latrocinio al por mayor y quizá ni al por menor. Pero capitostes socialistas como Madina dejaron entrever que esta oportunidad era más que suficiente para no dejarla pasar y echarle un capote a los compinches institucionales de ETA. ¿Estábamos ante una pieza de teatro interpretada por quienes ya conocían que el paripé de desarme estaba al caer? Mejor no saberlo.