Marta Robles
La venganza y el ejemplo
No hay nada que duela más que el dolor de un hijo. Quema las entrañas, vacía la razón y vuelve primitivo al más sofisticado de los seres humanos. De ahí que la venganza, más en estos casos que en ningunos otros, resulte tan empática como para ser un tema recurrente en todas las ficciones que pretenden ser verosímiles. Que una madre le prenda fuego al violador de su hija es terrible... pero tan fácil de comprender como para que el Estado de Derecho deba ser implacable. ¿Acaso hay alguien capaz de asegurar que, sin la contención de ese Estado de Derecho, sería capaz de aceptar el dolor de un hijo, retener los impulsos y perdonar la vida a quien se lo ocasionó? Yo misma me enfrento al espejo y me pregunto: si fueran a atacar a tu hijo y tuvieras una pistola ¿qué harías? Y si lo hubieran atacado ya y tuvieras esa misma pistola ¿qué harías? La venganza forma parte del ser humano. Es una manera de reducir el dolor a la corta, aunque a la larga pueda provocar males mayores. Por eso el Estado de Derecho ha de ser inflexible con quien la ejerza, aunque comprenda su razón de ser. Las condenas de los criminales jamás devuelven las vidas ni la cordura o el honor, pero al menos sirven para aplacar nuestras iras y conseguir que sea posible vivir en sociedad. ¿Qué sería de nosotros sin ese freno que nos obliga a retener los primeros impulsos? Entiendo el dolor de la madre por su hija violada..., pero es necesario que cumpla la condena que corresponda por tomarse la justicia por su mano, para que los demás no la tomemos como ejemplo...
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