Alfonso Ussía

La verdad golpea

El mejor discurso político de Aznar. De largo. Lo pronunció en la presentación de un libro en San Sebastián, «Cuando la maldad golpea». Un testimonio estremecedor de las víctimas del terrorismo, de las víctimas de la ETA. Junto a Aznar, María San Gil, Ana Velasco e Íñigo Pineda. Lugar, el Hotel Londres de San Sebastián, cuya denominación completa ayuda a cubrir los renglones del artículo. «Hotel de Londres y de Inglaterra». Aznar golpeó con la verdad. Tristeza y desconcierto por la ausencia de los dirigentes del Partido Popular en el País Vasco. Problemas de agenda, compromisos previamente adquiridos... esas cosas. Las grandes piezas parlamentarias se producen lejos del Congreso y del Senado. Ahí, en el «Londres», con la bahía abierta, en pleno Paseo de la Concha, ya los gabarrones sin bañistas y las olas con arena de otoño. Salones abarrotados de donostiarras esperanzados, o simplemente necesitados del ánimo que no les alcanza en los momentos actuales, con un alcalde etarra al frente de la ciudad monárquica por excelencia. «El silencio puede dañar tanto como la mentira misma»; «No hay tolerancia en admitir la ausencia o el vacío del Estado de Derecho. No es virtd del Estado dejarse desafiar»; «No hay moderación en aceptar la ilegalidad; no hay prudencia en consentir que un poder se ejerza por quien no debe y para lo que no debe». Las palabras de José María Aznar en la presentación del libro de las víctimas en San Sebastián se enriquecen en su conjunto y pasan a convertirse en el «Discurso de San Sebastián». Lo sé, que Rajoy es consecuencia del dedo de Aznar y que Aznar también fue ingenuo con los nacionalismos. Pero en circunstancias tan graves como las que ahora se dan en España, mirar hacia atrás es tontería, un regodeo en la estupidez. También habló María San Gil, la extraodinaria vasca, la maltratada, la que ofreció en tantas ocasiones la nuca a los etarras y el golpe le vino también por detrás, pero de parte de sus compañeros del Partido Popular. Más que un golpe, un empujón imprevisto, una ayuda hacia el olvido que no se ha producido. No deben interpretarse las palabras de Aznar en la sola dirección de una crítica a Rajoy y a su Gobierno. Pero ahí queda la advertencia, la exigencia y la urgencia de una reacción. Y también para los partidos de la Oposición, ese PSOE dislocado y enloquecido, ese PSE con un presidente inmediato al sentimiento etarra, ese PNV siempre dispuesto a consentir lo inconsentible y ese separatismo catalán que ha emponzoñado la vida pública española en momentos de grave tensión económica, porque los nacionalismos separatistas –¿hay otros?–, sólo predominan en momentos de absoluta debilidad.

Recibir con el silencio de la dejación el discurso de Aznar, más que una descortesía, es una irresponsabilidad. España es un Estado de Derecho con sus leyes, y las leyes están para cumplirlas y hacerlas cumplir. Hoy, España intenta salir de la honda crisis económica mientras en sus calles mandan y atemorizan los chantajistas y los saboteadores. Nos quieren convencer de que la ETA no existió, y que los mil muertos que yacen en sus tumbas y los miles de heridos física y anímicamente son unos empecinados en negar el perdón. No toda la culpa es de los políticos, que muchos jueces y magistrados han colaborado con gran eficacia para distribuir la mugre que hoy impera en nuestra sociedad. Las palabras de Aznar nada solucionan, pero abren el camino de la solución. Y olvidarlas no sólo es de cobardes, sino de abandonados por la lealtad que España hoy demanda con urgencia. La verdad golpea.