Francisco Marhuenda

La verdad y el circo

La verdad en el escándalo de Luis Bárcenas se abre paso, aunque no convencerá, como estaba previsto, a una oposición que no tiene ningún interés por la verdad. Por una parte está Mariano Rajoy, un político con una trayectoria intachable y una acreditada honradez, que ha dejado muy claro que nunca ha mentido y que nunca ha cometido una ilegalidad. No es una cuestión de fe, sino de certezas, que están avaladas, además, por la honorabilidad que ha demostrado siempre. Otra cosa distinta es que, tal y como reconoció, se equivocó al confiar en Bárcenas. Por otra parte está, precisamente, un ex tesorero desleal y los que le apoyan con un fervor que produce estupor. Son aquellos que no dan valor a la palabra de un presidente del Gobierno y a las pruebas, porque prefieren confiar en la estrategia de un delincuente. Con una cierta frivolidad y desconocimiento histórico se busca la comparación con el presidente Nixon y el «caso Watergate». La carrera de Nixon se caracterizó, precisamente, por sus mentiras y su absoluta falta de ética. Era un político ventajista y sin escrúpulos. Rajoy, con sus virtudes y sus defectos, no tiene nada que ver con el tramposo Nixon.

Es cierto que la «épica» Watergate tiene un indudable atractivo para los periodistas. Es una especie de sueño que entiendo aunque no comparto, porque no estamos ante un «Watergate» a la española. Los ex secretarios generales del PP Arenas y Cascos dejaron muy claro el pasado martes ante el juez Ruz que no había una caja B y que no se pagaron sobresueldos. La actual secretaria general, María Dolores de Cospedal, se expresó con igual contundencia y claridad. Negó las mentiras de Bárcenas. Los que desean organizar un circo mediático no se sintieron complacidos, porque la verdad no encaja con sus deseos. Este «amarillismo» es muy viejo, pero afortunadamente no estamos en un Estado periodístico, policial o judicial, sino en un Estado de Derecho. Es cierto que algunos preferirían sustanciar este tema con dimisiones y elecciones anticipadas, sólo para complacer su deseo de apartar al PP del Gobierno, porque no consiguen vencerlo en las urnas. El cambio de tendencia económica y los aciertos de unas reformas duras que están dando sus frutos explican el nerviosismo de la oposición. No deja de sorprenderme la actitud de Rubalcaba y el PSOE, porque deben pensar que no tenemos memoria. No sólo de los escándalos del pasado, que son una pesada carga, sino de los que les afectan actualmente en Andalucía y Cataluña, así como en otros puntos de España.

Están también los independentistas, que quieren romper España, o los oportunistas de IU, que se presentan como acusación mientras miran hacia otro lado en el caso de los ERE de Andalucía. La realidad es que no estamos ante un caso de financiación ilegal del PP, porque no hay ninguna prueba que permita justificar esta pretensión. Lo único acreditado es que Bárcenas aprovechó su cargo para amasar una gran fortuna sobre la que nadie tenía conocimiento. No había ni siquiera indicios hasta que estalló el escándalo. Es algo que ha causado estupor a todos y sobre todo en el PP. Es cierto que ahora han surgido muchos «listos» que han adquirido un barniz de conocimientos jurídicos y utilizan palabras de juristas para justificar la campaña de acoso contra el PP. Bárcenas no es ni el primer ni el último gestor desleal que sorprende a su empresa con actuaciones ilícitas. No hay más que abrir los periódicos para ver historias de enriquecimientos y prácticas irregulares en el sector privado.