Reyes Monforte
La vida de otros
Vaya por delante que decir que este año hemos tenido «el mejor número de muertos en nuestras carreteras» me parece una barbaridad difícil de digerir y algo que suena tan contradictorio como irreal. Con que hubiera una muerte, ya sería un drama. Debe ser esta obsesión nuestra por los números, las estadísticas, los gráficos y por las ganas que tienen algunos de vender como un triunfo cualquier cosa con la que puedan sacar pecho.
Es cierto que ha habido menos muertes en las carreteras los meses de julio y agosto, que se han producido menos accidentes que el año pasado en estas mismas fechas, que el número de heridos que han requerido hospitalización ha sido menor, y que, según esas estadísticas de las que hablo, este verano hemos tenido el menor índice de siniestralidad desde 1960, cuando se empezó a contabilizar esta realidad. Pero 223 víctimas mortales me parece una barbaridad, sobre todo si tenemos en cuenta que muchas de ellas se podrían haber evitado haciendo buen uso, no ya del cinturón, del casco y de muchas otras indicaciones, si no sobre todo y en especial de la cabeza. Por supuesto que en la vida hay accidentes que no se pueden evitar, pero sólo hay que viajar un poco por nuestras carreteras para darnos cuenta del número de maniobras casi suicidadas de algunos conductores y de los kamikazes que sigue habiendo al volante. Demasiadas pocas cosas pasan para las barbaridades que vemos. Sigue habiendo muchas personas que no son conscientes de que tienen su vida en sus manos cuando se sientan al volante y, lo que es peor, la vida de los otros.
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