Cataluña

Las Feroe, victimismo compartido

La Razón
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Tras la caída del comunismo en 1991, el nacionalismo es la religión sustitutiva que recorre Europa. No hay rincón del Continente e islas adyacentes donde unos políticos con poder local y presupuesto no intenten forjar su hegemonía construyendo una identidad local que les justifique. Es el caso, entre otros muchos, de las islas Feroe, un archipiélago con autonomía, que cuenta con su propia formación independentista -el “Partido Republicano”, porque, claro, su país es una Monarquía parlamentaria-, que cuenta con una suculenta representación en el Parlamento de Dinamarca.

Por supuesto, estos nacionalismos sin Estado, fundados en el victimismo y la invención histórica, lingüística y biológica, han formado una especie de “internacional” contra los Estados nacionales reconocidos. Es el caso del independentismo de las Islas Feroe y el del catalanismo que representa Puigdemont.

El ex presidente de Cataluña, huido de la justicia a diferencia de otros consejeros golpistas que afrontaron la consecuencia de sus actos, ha sido invitado a Dinamarca por Magni Arge, el diputado independentista de las Islas Feroe. No hay que decir que la formación autonomista, que en dichas tierras defiende quedarse en la monarquía danesa, se llama “Partido Unionista”, tal y como en Cataluña llaman los independentistas a los constitucionalistas. Aun así, a los republicanos feroeses no les falta ninguna etiqueta: republicanos, socialdemócratas y ecologistas para conseguir sus casi cuatro mil votos en una población que llega a los 50.000 habitantes.

La autonomía de las Islas Feroe tiene un Parlamento, llamado Løgting, con 33 miembros, dividido entre siete partidos. Evidentemente, entre autonomistas e indiferentes, el Partido Republicano se presenta como el verdadero representante de la voluntad del pueblo feroés. Su nacionalismo está construido sobre el aislamiento, la tradición y las invasiones, que les han hecho, al menos en apariencia, muy cuidadosos con el protocolo. Con una estudiada ceremonia abren el Løgting y, tras una misa, comienzan las sesiones para hablar del “Estado de las Islas”.

A un pasado victimista de saqueos, los independentistas suman un acontecimiento presuntamente antidemocrático: el plebiscito sobre la independencia de las Islas Feroe en 1946. El resultado no fue concluyente: 5.660 síes frente a 5.449 noes. Es más; no todas las islas, hasta siete, votaron igual: Eysturoy y Suðuroy, las dos más ricas y pobladas, votaron la unión con Dinamarca, a lo Tabarnia. Sin embargo, el Løgting proclamó la independencia. Presto, el gobierno anuló la declaración, el rey Cristián X disolvió el Parlamento feroés y convocó elecciones en las que barrieron los partidarios de quedarse en Dinamarca. A esto le siguió la concesión de la autonomía como bálsamo para “conllevar”, como diría Ortega, el nacionalismo feroés.

Desde el logro de la autonomía -con competencias en todo salvo defensa, relaciones exteriores, sistema legal y política cambiaria-, la construcción de la identidad nacional no ha parado sobre la base de la educación y la cultura ofrecidas en su lengua autóctona. No en vano, Magni Arge, el diputado independentista que ha invitado a Puigdemont a dar una lección de golpismo, es graduado en lengua y literatura, con estudios en Políticas y Periodismo, como el ex presidente catalán.

El idioma feroés provendría del nórdico antiguo, allá por el 700 d.C., proveniente de los colonos del mar de Irlanda y de las Islas Hébridas Exteriores de Escocia. Estas suposiciones históricas se suman a las guerras civiles entre islas, y el dominio posterior de Noruega y Dinamarca que marcó una prosperidad fundada en el monopolio y el proteccionismo, como Cataluña respecto del resto de España. El surgimiento de una burguesía comercial en las Islas propició que a finales del siglo XIX surgieran núcleos nacionalistas fundados en el esencialismo cultural. Es un nacionalismo tardío, como el italiano, el alemán, el flamenco o el catalán, con una fuerte tendencia supremacista y autoritaria.

El nacionalismo de las Islas Feroe, además de sus episodios históricos victimistas y de su lengua identitaria, cuenta con su propia religión: la “iglesia del pueblo”. Esta confesión, evangélica luterana, es independiente desde 2007 gracias a una ley autonómica, y les confiere un rasgo distintivo con el resto de Dinamarca.

Este asunto mal llevado por el país nórdico ha conducido a que en 2015 su Parlamento aprobara una declaración que apoyaba el diálogo entre “Cataluña y España” para resolver el “procés”.