Ángela Vallvey

Las madres del siglo

Cornelia, la hija de Escipión el Africano (uno de los mejores generales de la antigüedad) fue una madre de primera. Una súperwoman de la historia. De esas capaces de traer al mundo una progenie numerosa. Dio a luz a doce hijos, de los que solo tres lograron convertirse en adultos. Cornelia, una matrona romana de alta cuna, era una señora culta que supo sobreponerse al dolor de asistir a la muerte de su padre, su marido y la mayoría de sus hijos. Consiguió formar una familia ilustrada. Sus retoños morían –en unos años en los que la mortalidad infantil era algo habitual, una desgracia inevitable–, pero los que sobrevivieron (lo hicieron dos varones y una mujer) se convirtieron en ciudadanos brillantes y ejemplares. Cornelia, hija del Africano y progenitora de los Gracos, era tan buena madre que consideraba que sus hijos eran sus joyas, la razón de su existir, su inmensa fortuna. Eso le hizo merecedora de una estatua y de un papel de personaje en «La Divina Comedia» de Dante, además de ser tema en obras de Tácito y Plutarco. Su fama se entiende porque las buenas madres no eran tan frecuentes en aquellos tiempos. Las ricas no se ocupaban de sus hijos, que entregaban al cuidado de los esclavos, y las pobres con frecuencia no podían hacerlo porque bastante tenían con intentar sobrevivir.

Pese a que las mujeres hemos conquistado en poco tiempo el derecho a ser algo más que madres, curiosamente han sido las mujeres trabajadoras quienes mejor han ejercido ese papel. Hay muchas cornelias hoy día: desde nonagenarias a madres adolescentes tan niñas como sus niños.

Ser buena madre no es cosa fácil, al contrario. Pero nuestra época, posiblemente, gana por goleada en número de madres excelentes al resto de las que en el mundo han sido.