Iñaki Zaragüeta
Las quejas de Barberá
Habría que pensar si Rita Barberá tiene razón cuando ayer se quejaba a mi amigo Rogelio de la diferencia de trato que está recibiendo por parte de sus compañeros del PP. Y lo hacía al comprobar el silencio de la organización respecto a Esperanza Aguirre pidiéndole un gesto de generosidad hacia las siglas, como lo han hecho con ella durante esta semana a raíz del caso del grupo municipal de Valencia. Mucho menos que ya no tiene nada que hacer en política.
No quiero ser yo quien le diga qué decisión debería tomar respecto a este asunto. Lo que sí pienso es que el caso ha tenido un tratamiento penal y mediático desproporcionado sobre 40 ó 50 personas. ¿Cómo se puede pertenecer a un «entramado criminal de blanqueo de dinero» cuando te devuelven mil euros que se han puesto por adelantado? Eso en el supuesto que se hayan recibido. ¿Por qué razón voy a adherirme a una organización «criminal» para blanquear mil euros de mi propio dinero? La verdad es que me cuesta mucho entenderlo.
No puedo negar que los políticos han realizado demasiadas fechorías en la Comunitat Valenciana. También tengo la impresión de que ha convenido dirigir a ella todos los tiros procesales, cuando casos como Gürtel afecta esencialmente al urbanismo de la Comunidad de Madrid, a la que, al parecer, le ha llegado la penitencia con la intervención de la UCO en la sede del PP madrileño.
Lo cierto es que todo ello, la corrupción, ha provocado un vuelco radical en el escenario político español. Como decía ayer Rita a mi amigo Rogelio citando a Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Así es la vida.
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