Gaspar Rosety

Legisladores

Los parlamentarios asumen como obligación fundamental de su trabajo la tarea de legislar. Hay ocasiones en las que se pone especial atención a lo que se aprueba y otras en las que, simplemente, se vota lo que decide el partido y listos. No me refiero a esas leyes que provocan grandes debates, que sacan a sus señorías y a los periodistas de bufanda, o ultras del partido que les conviene, a las discusiones públicas. Me refiero a cuestiones a las que apenas se dedica un párrafo en una página perdida y que no huelen los focos y las cámaras de esos debates televisados en los que cualquier día resucitará el mismísimo Goebbels para felicitar a aventajadísimos alumnos.

Me refiero a la legislación deportiva. No sé cuántos parlamentarios han leído la Ley del Deporte de 1990 y sus modificaciones posteriores o cuántos están al tanto de los trabajos para la futura aprobación de la nueva legislación sobre el deporte profesional. Me da la sensación de que a pocos importa. Pero, de estos polvos, vendrán los próximos lodos. El deporte español es, en su mayoría, aficionado. Sólo la Primera y la Segunda División de fútbol y la Liga ACB son profesionales.

Ya nos han metido por debajo de la puerta una ley antidopaje de cuestionable constitucionalidad, con sanciones a perpetuidad cuando nuestra Carta Magna las excluye. Sería conveniente que a Mariano Rajoy, al que aprecio personalmente y vive de cerca el deporte, que vive ocupado en vitales tareas económicas y sociales, no le colaran por debajo de la misma puerta, y con premeditación, más papeles conflictivos. El que avisa no es traidor.

Feliz 2014.