Cristina López Schlichting
Libertad para unos
No sorprende que los nuevos gobiernos libertarios recorten derechos; en realidad, la Historia se repite, los revolucionarios desplazan a los viejos próceres, sólo para acabar copiando sus vicios o incluso empeorarlos. Ahora llega el Gobierno valenciano y decide eliminar 18 conciertos educativos. ¿Cómo puede cerrar aulas de colegios nacidos de la sociedad civil, con amplio arraigo, la mayoría en las periferias de Valencia y con un gran trabajo en apoyo social? ¿Acaso no repiten los de Compromís y Podemos que hay que «empoderar» al pueblo y dar potestad a los círculos y movimientos sociales? ¡Amigo... sólo si las iniciativas sociales son de los suyos! Si hay que trocear el Circo Price de Madrid y dárselo a las asociaciones amigas, no importa enajenar lo público; pero a los que piensan de forma distinta, ni agua. Como decía el cerdito Napoleón en «Rebelión en la Granja», de George Orwell, «todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». El dictador porcino emitía en la genial novela el mandamiento que garantizaba la discriminación de todos los demás animales. Vindicaba la potestad de expresarse, enseñar, pensar libremente e impedía a los otros todo eso. Según el artículo 27 de la Constitución, los padres españoles tienen derecho a elegir libremente la educación de sus hijos. Para el conseller Vicent Marzá, sin embargo, unos son más libres que otros, especialmente si comparten sus ideas. Desde la Consellería de Educación se impulsa la creación de centros públicos, pero se cierran aulas concertadas a pesar de la existencia de una amplísima demanda social. Se pretende, en definitiva, que sólo los ricos tengan garantizada la libertad de elección de centro. Si tienes pasta, pagas para tus hijos la escuela que te da la gana. Si no, estudias lo que se le antoja a Marzá y sus amigos. Estos nuevos próceres enseñan que los poderes financieros internacionales nos atenazan a todos, pero nos quitan las libertades más inmediatas. Con la excusa de defendernos del capitalismo mundial, eliminan el libre albedrío educativo. Se entendería mal, si no fuese un clásico. Los bolcheviques echaron a los zares y empeoraron su ejemplo. Los nazis largaron la democracia de Weimar y montaron una dictadura. Orwell no era de derechas. Era un laborista británico que se apuntó a las Brigadas Internacionales para combatir en la Guerra Civil española. De esa experiencia sacó un recelo pertinaz contra el estalinismo. Denunció la ingenuidad de las masas, manipuladas por los enviados de Moscú. Por eso, para enseñar, escribió «Rebelión en la Granja» y «1984», mostrando los mecanismos revolucionarios que llevan a la tiranía y denunciando los totalitarismos. Es hora de repasar los libros de los que padecieron los años 30. Pero si no podemos elegir escuela, difícilmente los maestros que los padres elijamos podrán iniciar a los niños en su lectura. Aquí, si la democracia no lo remedia, sólo se leerá lo que gente como el conseller valenciano quiera que se lea. Ah, y lo que los ricos quieran leer, eso sí.
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