Irene Villa
Libertad sin ira
Afortunadamente vamos superando la discriminación, pero siguen existiendo olas de intolerancia. Sólo hace falta respetar todas las formas de vida y pensamientos, por parte tanto de los inmigrantes como de los que están. Estamos concienciados por fin de los beneficios de esa convivencia pacífica de todas las culturas, pero hay quienes aún creen que los que no piensan como ellos no merecen vivir. En el mundo árabe, los promotores del terror y la muerte se valen del miedo que siembran para imponerse como pensamiento único. De esta forma, quienes no comulgan con ellos son perseguidos. Muchos son condenados a muerte por denunciar el trato que reciben las mujeres en el islam, otros amenazados por denunciar la sumisión a que está sometida la sociedad. Los profesores e intelectuales que defienden la libertad de expresión son tristemente relegados al exilio. Los perseguidores, fundamentalistas islámicos, asesinan a quien se expresa libremente. Y es que en lugar de amar sus tierras, sus gentes y sus creencias, se ocupan de machacar a los infieles. Creen que el resto de opciones, para ellos prohibidas, son insanas, condenables y exterminables. Incluso intelectuales de origen musulmán y conocedores del islam afirman que el islamismo se asemeja a otros totalitarismos históricos como el fascismo, el nazismo o el estalinismo, ya que se alimenta del miedo y la frustración. Es precisamente de ese miedo del que se aprovechan los «predicadores del odio». Eso, tristemente, lo conocimos también aquí, en España, donde el silencio fue cómplice del terrorismo durante años.
Pues seamos valientes y denunciemos cualquier tipo de discriminación, reclamemos sin complejos la libertad de expresión, para poder decir, desde el debido respeto a las tradiciones, que los totalitarismos sólo traen al mundo injusticias y dominación. Descansen en paz los inocentes asesinados, y que la libertad deje de despertar la ira.
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