Manuel Coma
Librarse de la pesadilla
H istoriadores y analistas políticos discuten si la maldición de las segundas presidencias en Estados Unidos constituye una serie de desafortunadas casualidades o tiene su origen en causas profundas nada bien identificadas, pero sea cual sea la razón, Obama no parece librarse de esa pesadilla. Ganó por la mitad de la ventaja que obtuvo en el 2008, lo que no fue hazaña despreciable, porque la economía le perjudicaba más de lo que pudiera favorecerle. Lo logró en gran medida gracias a una avanzadísima tecnología electoral para llevar a las urnas a partidarios pasivos que de otra forma se hubieran abstenido. Probablemente en las elecciones intermedias del año próximo los republicanos serán capaces de emular esas habilidades. Pero el hecho es que ganó. El remonte de popularidad que la victoria trae consigo fue modesto, muy inferior al del 08, y comenzó pronto a caer. Desde comienzos del mes de marzo su índice de aceptación está por debajo del 50% mientras que ha subido el de rechazo. Sigue teniendo un saldo positivo de entre el uno y el dos por ciento, pero la esperanza de que el segundo mandato le permita llevar a cabo la agenda estatalizadora e izquierdista que sólo pudo culminar en el primero con la ley de reforma de la sanidad pública, choca con obstáculos cada vez mayores.
Ya antes de su segunda toma de posesión libró una batalla fiscal en la que aspiraba a dejar magullados a los republicanos. Ganó parcialmente en el aumento de ciertos impuestos, pero tuvo que ceder en cuanto a los recortes denominados «secuestro». Esperaba trocar la derrota en victoria aplicándolos de forma que se paralizaran ciertas actividades gubernamentales, con el propósito de cargar los inconvenientes públicos a la intransigencia de sus rivales, pero las repercusiones políticas han sido mínimas. En las dos últimas semanas se está viendo acorralado por el estallido de una serie de escándalos que pueden minar malamente su credibilidad pública. Algunos creía haberlos superado y otros esperaba que no salieran nunca a la luz. Lo que está sucediendo se parece a un levantamiento de veda que trae malos presagios.
La información sobre el ataque el 11-S, dos meses antes de las elecciones, contra el consulado de Bengasi, en el que murieron el embajador en Libia y otros tres nortamericanos, fue descaradamente manipulada por el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Un tema muy suculento para la oposición que, en uno de sus grandes errores de campaña, Romney fue incapaz de plantear. Cuando los demócratas lo creían sepultado, surge ahora con la fuerza de pruebas irrebatibles. Se revela de manera irrefutable que la agencia tributaria lleva al menos dos años actuando con parcialidad absolutamente ilegal contra los enemigos políticos del Gobierno. Desde el poder se intenta atacar la sacrosanta libertad de información tratando de violentar el secreto de fuentes periodísticas. Otros temas no menos explosivos hacen cola.
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