Alfonso Merlos
Listas negras
Al rescate de las peores pero más vomitivas formas de totalitarismo. Hay periodistas que son pantuflos, otras que visten abrigos de pieles y unos terceros que, ahora, comparecen con pinta de epistemólogos. Así se las gasta, agresión tras agresión, el caudillo de Podemos cuando se trata de enfrentarse a la prensa libre. Paradójicamente, con tanta insolencia como cobardía.
No es una burla, una mofa, una salida de tono, un chascarrillo, una digresión de mal gusto lo que se ha vivido una vez más en la decadente Complutense. Es un ataque en toda regla al cogollo de nuestros derechos fundamentales, entre ellos el que ampara a los ciudadanos para recibir información veraz sin que los informadores sean molestados o señalados, sin que se vean amenazados.
Ya sabemos en qué consiste el modelo de Iglesias para España: control sobre los medios de comunicación públicos, zancadillas y codazos a los privados y, en general, embates, provocaciones, insultos y atentados contra quienes entorpecen el asalto a los cielos de las huestes neocomunistas. Es su libro de estilo: una copia de mercadillo de los más nauseabundos manuales chavistas.
Porque no estamos ante un resbalón sino ante la enésima constatación irrefutable de que, cuando asoma la patita, el cónsul de la extrema izquierda exhibe su intolerancia, su sectarismo, su alergia al verdadero diálogo, su repudio de la auténtica crítica, su pelaje antidemocrático.
Las listas negras confeccionadas con nombres de periodistas, artistas, intelectuales o profesionales liberales no son propias de las sociedades abiertas sino, al contrario, de repugnantes sistemas dictatoriales. El líder de la coleta no sólo ha quedado retratado en la vileza de su favorita ideología sino, en la Europa del siglo XXI, en su propia miseria humana.
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