Reyes Monforte

Los indios Cree

Cuando hay un accidente de este tipo en una central nuclear, sea por una fuga o por una ruptura en sus instalaciones, todos terminamos pagando sus consecuencias. Y las indeseables secuelas abarcan desde la contaminación de los océanos y todo lo que ello supone para la supervivencia de todo ser vivo, hasta la aparición de brutales enfermedades como el cáncer que pueden terminar resultando mortales en las personas expuestas a ese tipo de radiaciones. Curioso que, por el contrario, nunca disfrutemos de los jugosos beneficios que rentan y pasan a engrosar las arcas de determinadas empresas, y por qué no decirlo, de algunos gobiernos que no dudan en bailarle el agua a estas compañías, aunque esté contaminada. No sé si tenemos el mundo y la vida para escuchar profecías, pero hay una de los indios Cree que, desgraciadamente, se va cumpliendo a pie juntillas: «Sólo cuando se haya talado el último árbol, cuando se haya envenenado el último río y cuando se haya pescado el último pez; sólo entonces descubrirás que el dinero no es comestible». Quizá convendría mandar a algunos a las reservas indígenas en alguna selva remota del planeta –si es que queda alguna–, aunque sea para que hagan el indio donde corresponde. Como sigamos así, y nada parece indicar que vayamos a cambiar de rumbo, al menos con semejantes capitanes de barco, el mar se convertirá en el gran vertedero del planeta. Como insistamos en verter mierda a los océanos nos quedaremos sin agua y, por ende, sin lugar donde vivir. Y lo peor es que da la impresión de que nunca sabremos el alcance real de estos desastres, sucedan en Chernóbil o en Fukushima.