Pedro Narváez

Los otros

Rosa Díez, antaño doña Rosita, remedo de uno de los dramas más cursis de Lorca, de cuando Federico se ponía moñas, espanta el olor de cadáver politico con su perfume ordinario. Uno no descubre que está muerto hasta que los gusanos salen por la boca. Ha dejado tantos finados a su paso que cuando halla las iniciales de su ataúd piensa que es la noche de Halloween. Los otros están por todas partes. Hasta Irene Lozano anduvo con un zombie y ya apunta maneras pálidas. Al cabo, UPyD siempre fue un partido en vías de defunción que ha conseguido más titulares en la Prensa que votos en las urnas. Otra cosa son los zombies o los zumbados del PP. Diez millones de sufragios. Resulta curioso que los críticos populares sean aristócratas, la versión posmoderna de las marquesas de Mingote. He ahí a Esperanza Aguirre. Y su versión «cool» en la rubia barricada de Cayetana Álvarez de Toledo. La diputada se hizo la muerta en los tres años de Legislatura. Si es cuestión de comunicar no nos ha llegado lo que ha realizado durante este tiempo más que tal vez ha ido de compras o a algún concierto de Pink Martini, esa coartada «avant la lettre» que tanto gusta a Carlos Aragonés. La discrepancia es buena siempre que alcanza una meta. Otra cosa es enredo. Monago hace campaña a ritmo de rap pero se juega directamente su reelección. A vida o muerte. Monago es un obrero y dice lo que piensa hasta a sus compañeros andaluces. Más claro, agua. Cayetana utiliza la languidez del letraherido y de encontrarse con Cary Grant la llamaría cariñosamente «carita de mono» como a Joan Fontaine en «Sospecha» de Hitchcock. Quiso pasar como la heroína del contubernio de los 600 para quedarse en una decimonónica del Zola de «J’accuse». A Rosa y Cayetana les une eso de más política y les separa, como canta Battiato, un océano de silencio.