Restringido
Los progres y el respeto a las creencias
Recientemente hemos asistido a una nueva «Carmenada» que en este caso ha contado con la inestimable colaboración de las huestes «podemitas» a las que la señora alcaldesa de Madrid dice no pertenecer, pero desde luego sí consentir de manera reiterada.
En una demostración más de la incultura, la paletez, la ignorancia y la falta de respeto por la libertad, los derechos y las creencias de los ciudadanos, no han tenido mejor ocurrencia los «concejales y concejalas» de algunos distritos de Madrid para remarcar su compromiso con la igualdad y la paridad de hombres y mujeres, que proponer que un Rey Mago de la Cabalgata de Reyes sea una Reina Maga. Así, con un par, y con la callada por respuesta de la señora alcaldesa.
El tema sería simplemente ridículo y risible si fuera fruto de la ignorancia y la memez de estos señores para reiterar su compromiso con algo en lo que coincidimos la práctica totalidad de los ciudadanos con independencia de nuestras preferencias políticas como es la defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en nuestra sociedad. El problema es que detrás de esta mamarrachada, además de su probable ignorancia, está un ataque de estos autocalificados progres a las profundas convicciones morales y religiosas de millones de personas que se sienten agredidos por ellos.
Mal que les pese, España es un país de fuerte tradición católica, y la mayoría de los ciudadanos se identifican con esa confesión religiosa más que con cualquiera otra. La Navidad es una celebración católica. La más importante, quizás, por cuanto rememora el nacimiento de Jesucristo, el hijo de Dios, y su venida al mundo para salvar a los hombres a través de su palabra.
La Historia Sagrada, que estos señores no se habrán molestado en consultar, relata este hecho con detalle en el evangelio de San Mateo, donde cuenta como unos sabios de Oriente acudieron a Jerusalén a ver al Rey Herodes para preguntarle por el Rey de los Judíos, por que habían visto su estrella en el cielo y venían a adorarle. Herodes conocía por los sacerdotes la profecía que decía que el Mesías nacería en Belén, y pidió a los sabios que cuando lo encontraran le avisaran para ir también a adorarle, aunque su intención era matarle. Intención que les fue revelada en sueños a los sabios, que volvieron directamente a Oriente.
Según los estudios históricos, los sabios babilonios tuvieron conocimiento de las escrituras hebreas en las que se recogía la predicción de la venida de un Mesías, lo que apoyaría el pasaje recogido en el evangelio de San Mateo.
A partir de la Edad Media el relato del evangelio se fue enriqueciendo, primero con que los regalos que se llevaron al Mesías se depositaron en Persia y que doce magos buscaron en el cielo la señal para entregárselos hasta que encontraron la estrella, y posteriormente reduciendo su número a tres, poniéndoles nombre, describiéndoles físicamente, y concretando los presentes que cada uno hizo: oro, incienso y mirra.
Las interpretaciones de los textos históricos y de los evangelios han sido muchas, pero siempre respetando los hechos fundamentales y la tradición de la adoración de los Magos al niño Jesús. Los sabios eran sabios, y los Reyes eran Reyes. No había ni Sabias ni Magas. Al igual que el día 24 de Noviembre se celebra la Natividad, el nacimiento del hijo de Dios, el día 6 de Enero se celebra la Epifanía, la revelación o la presentación del hijo de Dios a los hombres, con el reconocimiento y la adoración de los Reyes Magos.
A estos progres de pacotilla no se les ocurrirían estas cosas si se tratase de otra confesión religiosa, –especialmente la musulmana–, frente a la que parecen tener un cierto complejo, o quizás temor ante las reacciones tan violentas y desproporcionadas que han tenido frente a lo que han considerado ataques inadmisibles a sus creencias, y que en algún caso han querido, si no justificar, sí entender.
Por mucho que les pese, España es un Estado aconfesional, pero no laico, y la tradición católica está presente de manera especial también en nuestra Constitución por que responde a un sentimiento mayoritario de la población. Si su progresismo les impide que desde las instituciones en las que gobiernan se mantengan las actuaciones vinculadas a dicha tradición, que lo digan abiertamente a los ciudadanos y asuman la responsabilidad de su decisión, pero que no jueguen con la historia, con la tradición y con las convicciones de aquellos.
Sería un error menospreciar este asunto considerándolo una mera ocurrencia más de la alcaldesa. En primer lugar por que ya son muchas para ser tan solo «cosas de esta Carmena». En segundo lugar por que todas ellas van en una misma dirección detrás de la cual se adivina una determinada ideología y un sectarismo que en nada se parece a una ocurrencia bienintencionada. Y en tercero y más grave, por que atenta a las convicciones más profundas de millones de españoles y a los desechos fundamentales que les asisten en nuestra Constitución. No lo consintamos ahora para que lo tengamos que lamentar más tarde.
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