Toni Bolaño
Malas consejeras
Llas prisas no son buenas consejeras. Este dicho popular no parece haber calado en el núcleo duro del soberanismo catalán. Esos que se consideran los «elegidos» para conducir a buen puerto las ansias y reivindicaciones de lo que califican –sin contar– «la mayoría del pueblo catalán». Este grupo de «elegidos» ha llegado a la conclusión que la independencia es ahora o nunca porque confluyen diferentes variables.
El soberanismo ha sabido poner encima de la mesa una propuesta ilusionante frente a una crisis que es una cansina losa. Otra cosa es que la independencia sea la gran solución aunque así la presentan. La idea ha calado en el imaginario popular que se aferra a ella cual maná rechazando a una pérfida España, causante de todos los males pasados, presentes y futuros. Este idílico escenario no tiene su émulo. Guste o no, España no tiene un proyecto ilusionante. Sólo avisa de que este engaño monumental lleva al precipio. Pero eso no basta para que los ciudadanos se den cuenta que el flautista de Hamelin les lleva a la ruina.
Con la propuesta en marcha, los soberanistas han utilizado la crisis como aderezo. Los recortes, las penurias y un horizonte lejano que no atisba salida son los condimentos más adecuados para el cocido de «España nos roba». Por último, el hecho de que Rajoy, y la mayoría absoluta del PP, sean los que gobiernen en Madrid pone la guinda del pastel soberanista que azuza los sentimientos contra un modelo de España que tiene pocos adeptos en el soberanismo catalán pero también fuera de él. En Román Paladino, explotan que el PP nunca ha tenido un amplio respaldo en Cataluña.
Agitando el cóctel, los soberanistas quieren acelerar la consulta para evitar que sus tropas se dividan. Es ahora o nunca. Quieren consulta rápida y pregunta independentista. Quieren votar antes que Escocia para ahorrarse un disgusto. Quieren evitar más deserciones. El PSC ya se plantó. Unió está con la mosca tras la oreja y Iniciativa se pone impertinente. Primero, negando que el derecho a decidir sea sólo independencia y, segundo, queriendo que las competencias del estado sean tratadas de manera legal. De hecho, no quieren jugar a pedirlas para que digan que no.
La estrategia empieza a hacer aguas en el núcleo duro. Para colmo, Europa sigue en sus trece y el dinero viene de Madrid. Al final, las prisas están siendo, como era previsible, malas consejeras.
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