Cástor Díaz Barrado
Mare Nostrum
Los trágicos acontecimientos que están teniendo lugar en el Mediterráneo prueban una vez más que la comunidad internacional debe tomarse muy en serio el fenómeno de la inmigración y sus consecuencias. Deben evitarse las pérdidas de vidas humanas y el sufrimiento que causan los flujos migratorios desordenados y controlados por quienes trafican con seres humanos. Asistimos, día a día, a verdaderas tragedias, algunas de las cuales, por su envergadura, causan un gran impacto en la opinión pública. Más allá del dolor y del sufrimiento, y con la finalidad de evitarlos, no puede pasar más tiempo sin que se adopten medidas que pongan fin a situaciones como las que estamos viviendo. La responsabilidad es compartida y, en el fondo, lo que hay que asumir es la defensa de los Derechos Humanos. La Unión Europea tiene mucho que decir, como punto de destino de la inmigración, y ha llegado el momento de que se avance decisivamente en la instauración de una auténtica política común en materia de inmigración. Ningún Estado es capaz, por si solo, de hacer frente al fenómeno de la inmigración irregular y controlada por los traficantes de seres humanos. La solidaridad y el proyecto común europeo exigen que se compartan los efectos de este fenómeno y que no sólo los países del sur de Europa hagan frente a las consecuencias de la inmigración. Hace tiempo que Italia viene reivindicando una acción conjunta de la Unión Europea en esta materia. Tanto las labores de salvamento como la incorporación de los inmigrantes y sus familias a los países a los que emigran deben ser asumidas como una política de la Unión. Los estados deben entregar soberanía en esta materia a la Unión Europea y crear un espacio único a estos efectos. Los países de los que proceden los inmigrantes deberían hacer los mayores esfuerzos para evitar el tráfico de seres humanos y les corresponde crear las condiciones que favorezcan y faciliten el desarrollo de sus sociedades. Es verdad que la inmigración, tal y como está aconteciendo, encuentra sus últimas causas en los conflictos y en la pobreza, y que, por ello, hay que atacar decididamente aquello que provoca la huida masiva de determinados países. En fin, corresponde a la comunidad internacional en su conjunto hacer frente a los efectos del fenómeno migratorio tal y como está teniendo lugar y que está produciendo violaciones de los Derechos Humanos. Está bien que España proponga una declaración del Consejo de Seguridad en esta materia pero hace falta mucho más que meras declaraciones.
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