Alfonso Merlos
Mártir soberanista
Operación Cantada». Así podría denominarse la que va a poner en marcha urgentemente el Gobierno de España tras la aprobación de la ley de consultas. Porque está cantado que a Rajoy no le va a temblar el pulso para entender qué significa en la actual tesitura la aplicación del principio físico acción-reacción. Cuando hay un dirigente político que va a perpetrar la fechoría de arrastrar a una mayoría parlamentaria regional al elogio del desacato, la respuesta no puede ser sino inmediata y aplastante. La presión del Estado de Derecho, sus rudimentos y engranajes, el martillo de la justicia, las tenazas de la ley... todo se va a hacer más visible. De forma ineludible, democrática y feliz.
Porque los contrapesos a los que hay que recurrir frente a los barras bravas del separatismo son tanto mayores cuanto más osada y disparatada y grave es la envergadura del desafío. O del delito. Y en esas estamos. Porque el panorama cambia diametralmente cuando la esquizofrenia política y las iniciativas chulescas y ruinosas de un líder son asumidas por un amplísimo número de diputados de una cámara que se encastilla en un proyecto de tierra quemada.
No. Aquí ya no habrá un mártir del soberanismo injustamente incomprendido, no un tal Artur Mas erigido en epígono revisado y empeorado de Ibarretxe, no un partido echado al monte sin reparar en las consecuencias de su salvajismo. Aquí, hasta los socialistas catalanes –a su bola, «as usual»– han decidido convertir la Constitución española en papel higiénico. Casi todo ha traspasado casi todos los límites. Pero la democracia es más fuerte que los bandoleros que pretenden meterle mano. Lo vamos a ver. Ya queda menos.
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