Cástor Díaz Barrado
Más cooperación
Los efectos de la crisis económica en España han tenido demasiadas consecuencias para nuestra cooperación internacional. Durante este año, se le ha asestado un duro golpe a la ayuda externa que esperamos que no sea decisivo y, al mismo tiempo, ha disminuido, de manera muy significativa, nuestra presencia en la escena internacional. Es posible que la cooperación internacional de España deba ser acorde con nuestras propias posibilidades y que, quizá, se precise elaborar un marco que, de forma coherente, asegure que nuestro país forme parte de quienes contribuyen, con eficacia, al desarrollo en la comunidad internacional. No debemos hacer más de lo que podemos, pero no debemos hacer menos de lo que nos corresponde. No parece lógico limitar drásticamente la cooperación. El Gobierno está en un momento muy idóneo para abordar una reforma en profundidad de nuestra política exterior, que debe adaptarse a la realidad española y a los intereses de España en el exterior, entre los cuales se incluye la cooperación internacional. Ningún gobierno ha querido abordar esta tarea, en la etapa constitucional, con la voluntad de llegar a acuerdos de Estado. Lo que no podemos es seguir reaccionando de manera distinta en función de la situación económica de cada momento. La cooperación internacional no es un lujo ni tampoco es, tan sólo, un mero ejercicio de solidaridad. Las actividades que suponen la cooperación internacional son muy rentables en términos humanos, pero también aportan relevantes beneficios para la imagen de España y en su dimensión económica. Se puede diferenciar lo sustantivo de lo superficial y establecer, sin mucha dificultad, cuáles serían nuestras prioridades en materia de cooperación e identificar aquellas que reportarían a todos mayores beneficios. El problema no es, por lo tanto, el contenido de la cooperación internacional ni sus objetivos y finalidades, tampoco las dimensiones que deben ser abordadas con mayor intensidad a la hora de cooperar. Se conocen, con claridad, los ámbitos para la cooperación, están perfectamente identificados los espacios geográficos en los que se debe cooperar y no hay dudas respecto a los límites y al alcance que deben tener cada uno de los programas. La decisión debe ser, en el fondo, que no se puede prescindir de esta cooperación ni reducirla de tal modo que llegue a ser anecdótica. El próximo año hay que recuperar la confianza en la cooperación internacional. Debemos asentar, para España, las bases de un futuro cierto para la cooperación internacional. En ello, España se juega parte de su futuro y de su papel en la escena internacional.
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