Ely del Valle

Memoria familiar

Tania Sánchez, de los Sánchez de toda la vida de Rivas-Vaciamadrid, ha vuelto a sufrir otro episodio de amnesia y/o borrado selectivo de información familiar, que viene a sumarse a otros anteriores en los que la candidata electa pero no confirmada de IU para Madrid no recordaba muy bien si estuvo o no estuvo cuando se aprobó la concesión de subvenciones a la empresa administrada por su hermano pero del que ella desconocía qué cargo ocupaba él en el escueto organigrama. Pues bien, tras estos preocupantes lapsus, producto seguramente del estrés, alguien ha recordado que en los talleres musicales de Héctor Sánchez hubo una alumna que aprendió batería gracias a la generosidad del Ayuntamiento y que miren por dónde, era la propia Tania, que con la inocencia propia de una diputada, pasó de indagar si su hermano era elconserje, el director general o pasaba por allí. Esta carencia absoluta de interés, más propia de un adobe que de una familia bien avenida, es de herencia, porque el padre ambas criaturas –la despistada Tania y el discretísimo Héctor– también desconocía a qué se dedicaba su hijo y me imagino que, por lo tanto, también desconocía el uso que éste le daba al piso paterno como sede social de su empresa, lo que me imagino que habrá dado lugar a una seria conversación paterno-filial como poco. Tania, Héctor y el padre de Tania, que es como se conoce a Raúl Sánchez, viven juntos, trabajan juntos, se mueven en un radio de acción que se puede calcular por metros y, sin embargo, son tres desconocidos. Cuando se ven y se reconocen, hablan del tiempo, de Eduardo Inda o del precio de los tomates, pero nunca de ellos mismos. Todavía no sabemos si los Sánchez son el máximo exponente de la desestructuración familiar o del «vive y deja vivir». En cualquier caso, una pena que nadie les crea.