Jesús Fonseca

Menos quejas y aspavientos

Nos ponen la cabeza como un bombo y, luego, no damos pie con bola. No se puede estar todo el santo día dando la matraca con que el panorama es desolador, unos contra otros, en este sinvivir . ¡Ya está bien de lamento y aspavientos! Afrontemos, sin contemplación alguna, las causas de lo que no está pasando para remediarlas. Sólo así tendremos holgura para actuar con gruesas convicciones y acabaremos con miedos y complejos. No nos quedemos en despotricar contra los culpables, por mucho que sepamos -que lo sabemos de sobra- quiénes son los que nos llevan a la ruina. Ahora lo que importa es superar esta honda quiebra de esfuerzo y ejemplaridad. Hacer frente a la trapacería. Podemos juntos, si nos lo proponemos, desbaratar esta trapisonda. ¿Cuándo nos ha sido fácil el combate de la vida? Nunca. Lo que más necesitamos los españoles, con prioridad y urgencia, es recobrar el vigor pleno de serlo. La seguridad de ir hombro con hombro en un desafío de todos, que, además de darnos renovadas fuerzas, provoque la confianza de fuera. Esto es lo que está en juego entre nosotros y lo más apremiante: una realidad naturalmente compartida. Parecería muchas veces, que estamos escasos de diálogo verdadero. Algo que deberían buscar más que nadie quienes gestionan el bien común y no buscar y rebuscar otra cosa que ese bien común en toda su plenitud posible. Tengamos, de una vez por todas, visión positiva. Conozcamos el alcance de nuestro trabajo, más generosidad, más altura de miras. ¿O es que acaso no somos los españoles expertos en sacar de un mal un bien?