Alfonso Merlos
Mentes y corazones
El poder no es lo que era. Las victorias electorales aplastantes han pasado a la Historia. El Partido Popular debe entenderlo sin traumatismos, sin derrotismos, mirando al frente, cambiando el paso, levantando la cabeza y exponiendo incansablemente de dónde venimos y dónde estamos. Pero, más decisivo aún: hacia dónde vamos.
Porque la tarea está inacabada. Era titánica. Porque la reunión de Toledo ha servido no sólo para hacer una demostración de fuerza en el final de una semana delicadísima y adversa. Más relevante: para que cristalice irreversiblemente la idea de que en absoluto hay motivos para avergonzarse de lo que el Gobierno ha hecho en esta ya agonizante legislatura. Antes al contrario.
No. No hay razones objetivas para que cale la propaganda disparada por las baterías antiaéreas desde Ferraz por el general Sánchez Castejón. Ya se sabe: que Rajoy ha convertido a quienes eran mileuristas en cieneuristas, que el jefe del ejecutivo proclama falsamente que los suyos son los únicos que garantizan la estabilidad de España... esta serie de piropos que en otros tiempos producía con la misma alegría la factoría Rubalcaba.
La campaña va a ser larga, dura y difícil. Casi todas lo son. Casi ninguna se convierte en un paseo militar para el gobernante que busca la reválida. Y el PP deberá esforzarse en ganar los corazones y las mentes de los españoles. En generar más afecto y convencimiento en quienes siempre han estado ahí.
El camino está trazado. Va de suyo que los portavoces más cualificados de Génova contraataquen ante inesperadas y discutidísimas incorporaciones a las listas del PSOE. De la misma manera, que pongan en contravalor las contradicciones o lagunas en el discurso y las políticas municipales y autonómicas de Ciudadanos. Sin embargo, si concentran sus energías en proyectar su currículum de gestión, más de la mitad del partido estará ganado. No hay un segundo que dilapidar. El pitido inicial ha sonado hace semanas.
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