Julián García Candau
Mestalla, nuevo rumbo
Los accionistas del Valencia, su Fundación, que posee la mayoría accionarial, han elegido a Amadeo Salvo nuevo presidente. Releva a Manuel Llorente, cuya labor obsesiva ha sido equilibrar presupuestos, reducir la deuda y lograr la clasificación durante tres años para la Liga de Campeones, pese a haberse desprendido de sus grandes figuras.
El Valencia ha vivido años angustiosos que ha salvado sin entrar en concurso de acreedores, como otros casos. Ha sobrevivido gracias al buen tino en la confección de la plantilla, que entre canteranos como Silva y Jordi Alba y los fichajes oportunos de Villa y Mata, ha podido, con los traspasos, recomponer su futuro, que sigue siendo incierto y oscuro como el reinado de Witiza.
La situación reclama mayor unión entre el valencianismo. El programa de los nuevos mandatarios parece ilusionante y ello no es suficiente. Han sido varios los Moisés que han llegado al club y ninguno ha abierto las aguas del Mar Rojo. Salvo no es sólo el hombre en quien se depositan las esperanzas. Tiene equipo, compuesto por gentes que merecen crédito por su categoría profesional. Aparentemente, hay espíritu solidario, cuestión que en el Valencia es siempre dudosa dada la afición a los desencuentros.
Antes de tomar posesión fichó a Djukic, considerado de la casa, como nuevo entrenador tras la espantada, camino de Bilbao, de Valverde. La primera misión va a ser vender y comprar. En Mestalla, como en otros lugares, quieren equipo competitivo, aunque los dineros no den para mucho.
Posdata. El club aún no está a salvo.
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