Alfonso Ussía
Mi periódico
Estoy hasta las narices de escribir de los Pujol, de Mas, de Bolinaga, de Mayor Zaragoza y demás mediocres. Pido un descanso. Como se decía en los viejos episodios de la serie «Perry Mason» doblados en Puerto Rico, «Señoría, pido un "reseso"». Lo hago a sabiendas de que será inevitable que vuelva a dedicar mis columnas a tan ilustres protagonistas de la descomposición de España, por hoy me alivio y me conformo escribiendo de mi periódico.
LA RAZÓN ha superado los quince años de vida. Su precio en los quioscos es de un euro. A pesar de su aparente modestia, no ha recurrido jamás a un expediente de regulación de empleo, el temido ERE. Recuerdo una reunión fundamental. Me invitaron a asistir a ella y me dieron voz y voto. Mauricio Casals, José Creuheras, Joaquín Parera, Santiago Barreno, José Antonio Vera y el que escribe. LA RAZÓN había aumentado poderosamente su difusión, pero Mauricio Casals –que sabe de economía más que Zapatero–, anunció la crisis económica que se avecinaba. Para mantener al periódico con todo su capital humano era necesario renunciar a más expansión en beneficio de los puestos de trabajo. Y así se hizo. Empresas periodísticas más añejas y potentes pusieron en la calle a centenares de trabajadores. Nos señalan de «derechas» –y tienen razón en lo que respecta a nuestra ideología, valores y principios–, pero este periódico «de derechas» consideró que era viable sin necesidad de llevar al paro a una sola familia. Creo que muchos de los que trabajan en LA RAZÓN ignoran este episodio. Aquel día me apercibí que además de una empresa que editaba un periódico, LA RAZÓN era una casa.
¿Por qué LA RAZÓN se ha convertido en un periódico de referencia y cabrea como monas a la izquierda antisistema y a la derecha troglodita?
Por su falta de miedo a la verdad, su respeto a las verdades de todos los colaboradores y opinantes, por la competencia sobrada de su redacción y por su defensa a ultranza de España, de la Corona, de la Constitución, del humanismo cristiano, de la libertad de mercado, de los valores de nuestras Fuerzas Armadas, de las víctimas del terrorismo y de la culminación, aún no lograda, del proyecto europeo. Me atrevo a recordar que LA RAZÓN es un periódico nacional, con sede en Madrid y administrado –salvo Santiago Barreno– y dirigido por catalanes.
LA RAZÓN, obviamente, está más identificado con el PP que con el PSOE. Negarlo sería mentir. Pero LA RAZÓN fue el periódico que organizó el encuentro en Ávila de monseñor Cañizares y José Luis Rodríguez Zapatero, que reconoció que en nuestra casa se le criticó duramente sin llegar al insulto. En «La Razón de» han tenido sitio y lugar todos los ministros socialistas interesados en exponer sus ideas, y sólo hemos recibido respuestas negativas de los dirigentes nacionalistas y separatistas que nos consideran «radicalmente españoles», consideración acertadísima, por otra parte.
Leo estos días que empresas periodísticas vuelven a plantear expedientes de regulación de empleo, como si fueran CCOO y UGT, que lo hacen con harta frecuencia. Y advierto que nuestra casa sigue igual, con todos sus redactores y trabajadores en sus puestos de trabajo, la ilusión mantenida y el prestigio en alza. Para colmo, y como han hecho algunas grandes empresas, LA RAZÓN ha rebajado su precio de venta y sólo cuesta un euro. No es que nos sobre el dinero, pero a chulos –en el sentido amable de la palabra–, no nos gana nadie.
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