Alfonso Ussía
Mi Tip
Convocado por la delegación de La Razón en Valencia, con su comandante en jefe Iñaki Zaragüeta, hablé en el noble Ateneo de esa gran ciudad del valenciano más surrealista nacido en el viejo Reino. Luis Sánchez Polack, Tip. Me lo reveló una señora adorable, que un día se atrevió a preguntar a Tip en plena calle, ella hacia su casa y él rumbo a la travesía de Mosén Femades. «Señor Tip. De todas las películas en las que usted ha intervenido, ¿de cuál de ellas está usted más satisfecho?». Y Tip le respondió sin resquicio a la duda. «Fermosa dama, sin comparación, la que más me satisfizo fue “Lo que el Viento se Llevó”».
Lamenté ser sincero. Tip era de derechas, profundamente religioso, y español a carta cabal. Y culto. Tip escribía muy bien, con una preceptiva literaria notable. Sus prodigiosas improvisaciones nacían de unos folios escrupulosamente trabajados.
Y Coll, que era de izquierdas y bastante antipático, fue el elegido por los de siempre para ocupar el lugar intelectual de la pareja. Coll tenía un gran ingenio, pero el talento lo llevaba y lo regalaba Tip. Talento y cultura, por otra parte. La cultura de Tip era la del Siglo de Oro, la del 98, la del 27, y la de los grandes genios del humor de sus tiempos, Abati, Muñoz-Seca, García Álvarez, Mihura, Jardiel, Camba, Pemán y Wenceslao. Y de Tono, claro, el más parecido a su donaire. Coll leía el «Ryder Digest», y su cultura era la síntesis del último número disponible en los quioscos. Tip dominaba la polimetría española en los versos, y Coll, era un genio del retruécano y del juego de palabras. Pero el asombro era Tip. José Luis descubrió en el decenio de los ochenta a Manuel Machado. Le encandiló el alarde poético y medido de su poema a Andalucía. «No sabía que Antonio Machado tuviera un hermano». Lo contrario que el malvado de Jorge Luis Borges, que no escribía mal según mi humilde opinión, y que en una tertulia del «Palace» en Madrid, después de oír la exagerada declamación de un poema de don Antonio con la impostada voz de Valladares, hizo el siguiente comentario. ¿ Y ese Antonio Machado, tiene algo que ver con el poeta Manuel Machado?
Coll tenía un ingenio admirable, y Tip un talento hirviente. Regalaba sus hallazgos. No apuntaba. Soltaba al aire sus maravillas. Y allí las dejaba abandonadas para que otros se apoderaran de ellas. Mingote, el gran genio español de entresiglos, decía de Tip que su talento era tan grande que le avergonzaba. Que para un hombre tan sencillo, humilde y normal como él, aquel arsenal de talento era presumible que le estallara en la cabeza.
Y la cabeza le estalló. Antonio Ozores, su leal amigo, tan arraigado en mi corazón y mi melancolía, nos lo ordenó: «Tip no quiere que lo visitemos. Tip no quiere que comprobemos que Tip ya no es Tip». Amparo, su mujer, estuvo siempre a su lado. Tip también fue más valenciano por su amor. Y Antonio Ozores, que rompió la severidad de Tip para visitarlo nos llamó a Antonio Mingote y a mí para darnos la razón de su desconcierto. «Nada, que Tip me ha pedido que os diga, que está bien y que os quiere, gallináceas».
Después del programa de Luis del Olmo, los cuatro amigos, Mingote, Tip, Ozores y el que escribe, recorríamos la calle del Pintor Rosales en pos de una taberna para tomar el aperitivo. En las puertas del local, un pobre mendigaba. Tip le invitó a compartir el aperitivo. Era un pobre profesional, dueño de aquella esquina. Fue un aperitivo especial. Llegada la cuenta, y convencido por Tip, pagó el pobre.
Y lo más grave. Se marchó feliz. El pobre, digo.
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