María José Navarro

Miedo

La Razón
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A mi amigo Pepe Enguídanos se le acercaron dos chicas el otro día mientras él se fumaba un «Ducados» sentado en una parada de autobús como un sin techo. Pepe es un pintor absolutamente genial, figurativo, original y profundamente tierno. Esas dos mujeres pertenecían a los testigos de Jehová y mantuvieron con él una larga conversación sobre el futuro que nos espera. En otro punto del mundo otro amigo me cuenta que comienzan a estar asustados. Obama ha estado de visita hace poco y desde allí, desde los confines de los que nos llegó este nuevo Papa, ha advertido que también la prioridad de Argentina debe ser acabar con el Estado Islámico. Y, de pronto, tienen miedo porque se sienten señalados, colocados en el punto de mira. «Bienvenidos a la mira», le dije. Volviendo a la parada del autobús, las dos chicas le contaron a Pepe que la situación mundial confirma que el Reino de Dios vendrá dentro de poco. «Jesús predijo que antes de que el Reino de Dios estableciera La Paz en la Tierra, el mundo estaría plagado de guerras, hambre y terremotos», le contó una de las chicas a Enguídanos, y le aconsejó que consultara Mateo, el Apocalipsis e Isaías.

En Argentina, de golpe, han leído esos pasajes. Se han dado cuenta de que la lejanía no les libra del miedo. El miedo es ahora parte de nuestro día a día, de lo que nos cuentan nuestras madres, de lo que temen los padres de los niños pequeños, de nuestros amigos que tienen bebés. Está sentado en nuestras mesas, va con nosotros en el bus, en el metro. Ahora va en subte, en el bondi. Está en los asados porteños, en los autos de los papás que llevan a sus hijas al hockey.

Tomemos al miedo como un invitado molesto, pero inevitable. Como ese cuñado insoportable con el que hay que lidiar. No hay nada más peligroso que el miedo.