Gonzalo Alonso
En Solfa/ Mierda y chocolate
La vida proporciona a veces las conversaciones más insospechadas y no me resisto a contarles un par de ellas recientes de mi viaje a la apertura de la Scala. El taxista que me llevaba al hotel desde la terminal del aeropuerto me pregunta: «¿Qué opina usted de Europa?». Le respondo: «Europa es un proyecto sin futuro con los actuales dirigentes políticos. Los países ricos y pequeños del norte se han encontrado con la necesidad de pagar las deudas de los pobres y grandes de la periferia sur. Para salir de la situación es necesaria la unión económica total, pero ésta es inviable sin una mayor unión política. El pueblo griego no puede admitir recortes ordenados por unos políticos extranjeros a quienes no ha votado y el pueblo finlandés no quiere pagar las deudas de países extranjeros mal gobernados. El problema está en que la democracia supone un voto por persona y en una unión política los países con pocos habitantes –y, por tanto, con pocos votos– habrían de dejar sus riquezas en manos de aquellos con más votos y menos dinero. Pocos gobernantes actuales serán capaces de sobrellevarlo». A partir de aquí intensa conversación sobre Berlusconi, la Lombardía, Cataluña, etc. «¿Y a qué viene usted a Milán?» pregunta. «A la Scala», contesto. «Ah, ése es nuestro orgullo. Lo malo que en ella se pueda ver siempre será mejor que en cualquier otro sitio, porque hay empeño en que así sea, a pesar del francés que tenemos ahora y que, por fortuna, nos deja pronto». Me tendió la mano, me dijo: «Ha sido un placer charlar con usted», y se negó a cobrarme el trayecto.
En la butaca de al lado en la Scala una crítica de la Prensa de Bayreuth. «¿Qué le parece este Lohengrin?», me pregunta. «Muy koncept alemán», le contesto, y ella responde: «¡Qué va! Si esto es antiguo. Nosotros hacemos en Alemania cosas mucho más modernas». «A usted seguro que le gusta su Lohengrin de Neuenfels, en el que los caballeros son ratas», interrogo, y afirma: «¡Me entusiasma! Y hay que ver lo bien que allí lo canta Florian Vogt, porque aquí Kaufmann parece una rana». Se lo cuento a un amigo italiano, que me revela: «Mi padre –uno de los mejores tenores de la historia– siempre decía que si le das de comer mierda a la gente durante veinte años, acabará gustándoles y llegarán a creer que es chocolate, porque tiene el mismo color e incluso terminarán por encontrar el mismo olor, pero seguirá siendo mierda. Eso es lo que se ha hecho en la dirección de escena en los últimos años». ¿Qué opinan ustedes? Feliz Navidad.
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