Crisis del PSOE
«Moisés» Sámchez
La renuncia de Pedro Sánchez a su acta de parlamentario le desliga de responsabilidades en un Partido Socialista al que ya solo le une la más que suficiente, para sus fines, condición de militante de a pie. Sánchez, al igual que «Moisés» abandonando la corte egipcia, pretende guiar a su pueblo por la travesía del desierto y forjar un ejército de militantes descontentos con el que regresar para el asalto a un poder que cree firmemente le ha sido robado.
El ex secretario general del PSOE sabe de sus muy limitadas posibilidades y ya imaginará a Susana Díaz haciendo suya aquella memorable frase de Felipe II: «El tiempo y yo contra otros dos». Pero esas escasas posibilidades no dejan de ser proporcionales al daño irreparable a corto y medio plazo que desde la mañana de este sábado comenzaba a inflingirle a su partido. Sánchez se echará nuevamente a las carreteras con su coche negro para pedir, agrupación a agrupación, el apoyo ciego de la militancia en pos de eso que inquietantemente ha calificado de «refundación del partido».
Hay, sin embargo, algunas más que sensibles diferencias con la carrera hacia el éxito que aquel apuesto diputado de la agrupación madrileña de Tetuán iniciaba hace poco más de dos años devorando millas y platós televisivos. De entrada no nos engañemos, su candidatura en las primarias frente a la de Eduardo Madina tuvo todo el apoyo de las más importantes federaciones, con la andaluza a la cabeza. Disfrutó del apoyo de la «accionista mayoritaria» sevillana y ello le convirtió de facto en el «candidato del aparato», por no citar algunos desplazamientos en esa campaña de primarias sufragados –quede claro legalmente– por su condición de diputado.
También hace 27 meses protagonizaba el paso de la política vetusta y perdedora encarnada por Pérez Rubalcaba hacia una nueva imagen de juventud y ausencia de «equipaje»; por fin un posible aspirante a La Moncloa que hablaba inglés. Los resultados en las urnas, sin embargo, no le acompañaron. Espejismo en las municipales y autonómicas recuperando gobiernos gracias a Podemos, cuando no entregándoselos a la formación morada, descensos históricos en dos generales consecutivas y debacles últimas en País Vasco y Galicia. Ésa ha sido la realidad, por mucho que algunos pretendieran sublimar una figura mal asesorada cuyos errores continuados le mostraron por momentos como un tronco hueco. Resulta cuando menos llamativo algún detalle reflejado en titulares periodísticos tras su regreso vacacional una vez defenestrado al frente de Ferraz: «Sánchez vuelve a España», como si se tratara de Carrillo o de Tarradellas.
Pero la realidad hoy es que no está todo decidido y podrían equivocarse quienes piensen que el hecho de no ser diputado aleja a Sánchez de los focos propios de ese gran escenario en el día a día de la política que es el Congreso, sobre todo porque las cosas han cambiado con respecto a lo que hace años conocíamos. Ahora también se hace política, y con notables márgenes de éxito –casos conocemos– desde tertulias bien escogidas y con un hábil manejo de las redes sociales. ¡Vaya que si se hace!
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