César Lumbreras

Mon y Mon

Mon y Mon
Mon y Monlarazon

Mon y Mon están jugando al pin y pin o al pin y pon. Mon y Mon me recuerdan a dos matones de los que salían en las películas del Oeste amenazándose mutuamente, primero en el «saloon», para terminar desenfundando sus pistolas en un duelo en la calle principal del pueblo. El primer Mon aparece en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), como la que se ha conocido esta semana y en la que figura curiosamente el penúltimo en la valoración que hacen los ciudadanos a los que se ha interrogado. Este Mon se ha caracterizado durante los últimos años por amenazar a diferentes colectivos y por haber protagonizado las mayores subidas de impuestos desde que se instauró el sistema democrático, incumpliendo de manera clara el programa electoral con el que el partido político al que pertenece concurrió a los últimos comicios generales; además, curiosamente, y por si eso no fuese suficiente, cuando anunciaba esos sablazos a través de las pantallas de televisión, se reía, algo que los ciudadanos no olvidan fácilmente. El segundo Mon aspira a que el CIS pregunte por él en los trabajos de campo de sus futuros barómetros; esto significaría que, en ese momento, ocuparía un puesto gubernamental de relevancia y se habría aposentado en una poltrona similar a la que ocupa ahora el primer Mon. Sus intervenciones despiden un tufo totalitario que echa para atrás; se siente importante y responde con bravuconadas a lo que dice el otro. Ambos dos se han enzarzado en un duelo dialéctico en los últimos días, a cuenta de la remuneración de unos informes pagados desde el exterior y de unos cuantos euros. Mucho me temo que ha sido el primer duelo, pero no el último. ¡Pobres ciudadanos!