Carlos Rodríguez Braun
Montoro y los munícipes
Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, y Carlos Sánchez Mato, concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, han sido criticados y reprobados por diversas formaciones políticas, y con razón. Mi propósito hoy no es destacar esta coincidencia sino una importante diferencia entre ellos.
Se trata de la discrepancia entre los ayuntamientos y Hacienda, porque los primeros no pueden gastar su superávit, que deben destinar a reducir deuda. Llevan tiempo protestando, y el concejal madrileño, junto con sus homólogos en una decena de ciudades gobernadas por la izquierda, firmaron un manifiesto titulado «Contra la Ley Montoro, por un nuevo municipalismo».
Se quejan de «la inaceptable falta de recursos y de competencias a la que nos vemos condenados con la excusa de la crisis». La Troika impulsa perversas «políticas de austeridad», que sólo tienen efectos negativos: «Reducen los márgenes de actuación de los ayuntamientos». Las autoridades «aprobaron normas lesivas para la autonomía local», lesivas porque les ordenaban cómo gastar sus superávits, en vez de dejar que los ayuntamientos lo hicieran como lo hacen las demás administraciones, es decir, conforme a criterios de rentabilidad política, y optaran por aplastar más a los infortunados súbditos, si así les parece conveniente.
Por tanto, es «un golpe durísimo al municipalismo» el que les fuercen a generar superávits para «pagar a los bancos mientras la precarización y las desigualdades se disparan». El discurso continúa denunciando que así se promueve la xenofobia y el racismo, y se ataca la democracia, porque «necesitamos esos recursos para asegurar la cohesión, apuntalar el tejido productivo y ayudar a quienes peor lo están pasando». Quieren «mayor autonomía» en impuestos como el IBI, el IRPF o el IVA, para «contratar personal» y «atender necesidades ciudadanas urgentes».
La demagogia del texto es espectacular, igual que la pavorosa asimetría que comporta ignorar completamente a quienes pagan el gasto público: nunca son mencionados, no cuentan para nada. Puede revisar el lector los entrecomillados y verá que el contribuyente es ignorado o directamente atacado con la propuesta de «mayor autonomía» para subirle los impuestos. Y así, todo: cuando se habla de márgenes, recursos, de pasarlo mal, y de necesidades nunca se refieren a usted. Otra tomadura de pelo es eso de «pagar a los bancos», como si los bancos no hubieran prestado antes a los políticos.
Sólo en un punto tienen razón los munícipes gastadores, cuando denuncian: «Se permite que las administraciones autonómicas y la estatal puedan presentar déficits». Eso es verdad, y Montoro gasta más de lo que ingresa, de hecho, gasta tanto que sigue con déficit, a pesar del aumento en la recaudación. Eso es lo que les gustaría hacer a Sánchez Mato y los munícipes, a quienes la suerte de los contribuyentes les importa tan poco como al titular de Hacienda. Por esa razón habría que reprobarlos, en primer lugar, a todos.
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