Gaspar Rosety

Nadal y Medina

Rafa ha vuelto a darnos una profunda lección. Desde la humildad de quien lo ha ganado todo, supo aguantar en un esfuerzo supremo, consciente de las dificultades y del dolor que atenazaban su espalda. Pudo retirarse, pero decidió jugar, intentarlo, plantar cara y defender su buen nombre, su reputación de campeón. Todos los grandes nacen de la humildad, de su convicción de que la derrota forma parte de su vida diaria y de que se lucha por vencer hasta morir, aunque sea metafórico. La final de Australia es una lección de vida, no sólo de buen jugador, sino de modelo a seguir en el deporte y en la existencia cotidiana. Por eso, los niños quieren ser como Nadal.

El pasado jueves, el prestigioso jurista Manuel Medina, socio fundador de Medina Cuadros Abogados, presentó su última obra, «Próxima estación, Madrid Atocha». Es otro ejemplo que llega procedente de la humildad de los campos de olivos de Jaén, del bachillerato nocturno y la carrera de Derecho con treinta años, del matrimonio con otra persona ejemplar, Amelia Cuadros, y una familia excepcional. Y de ahí, a la creación del despacho de Hermanos Bécquer, centro jurídico de referencia en España y América con 300 abogados. Manuel era el chico que soñaba perseguir el sol. Y lo consiguió. Otra lección.

Cuando nos hallamos ante personas llenas de los valores del humanismo cristiano, la vida nos envía el mensaje claro de la humildad como única fuente de las victorias. Orgullo de nuestra sociedad para un nuevo e imprescindible Renacimiento.