España

No es la democracia, es la pasta

Cayo Lara confunde el recorte de los gastos de una administración que ha crecido durante las últimas décadas de manera incontrolada y que ha duplicado, cuando no triplicado, las funciones de las entidades públicas, con un hachazo a la democracia. Para el líder de IU, que cada vez que se publica una encuesta tiene un subidón de adrenalina, que se disminuya el número de diputados autonómicos resulta un ataque directo a los fundamentos de lo que él considera la democracia que no es tanto aquello de un hombre un voto, como un escaño una pasta. Si la reforma aprobada por el último Consejo de Ministros conlleva, de verdad, un ahorro de casi 38 mil millones de euros en apenas dos años, les va a resultar muy difícil a la izquierda española y a los nacionalistas, que también han puesto el grito en el cielo, convencer a los ciudadanos de que esto es malo porque ataca la esencia de la democracia cuando, de verdad, lo que ataca es una enfermedad que ha convertido a las administraciones públicas, en muchos casos, en organismos hinchados por la hidropesía ocasionada por la acumulación de líquidos en forma de plantillas infladas, organismos innecesarios, y asesores de los asuntos más variados y pintorescos. En lugar de acabar con el centralismo representado por la capital de España, se ha conseguido crear diecisiete, tantos como comunidades autónomas, para tener que terminar al final, en no pocas gestiones que necesitan realizar los ciudadanos, haciendo cola en Madrid. No se trata, con esta reforma que los ciudadanos llevan reclamando desde que la crisis puso sobre sus espaldas el cien por cien de la carga, de acabar con el Estado autonómico como algunos nos quieren hacer creer. Se trata de hacerlo más eficiente, y por lo tanto más eficaz. Y si con ello los partidos, los sindicatos y todos aquellos que obtienen dinero público tienen que renunciar a una parte de sus privilegios, que así sea.