
Alfonso Ussía
No sabe usted con...

No recuerdo si era diputado o senador. En cambio, recuerdo a la perfección que era completamente tonto. La muerte altera la vida, pero no las opiniones. Me refiero al fallecido Xirinachs, el llamado «Ghandi catalán». Su libro «Paquete de Enmiendas a la Constitución de 1978» no tiene desperdicio. Se trata de una obra de humor involuntario sólo superada por «El Libro de Jomeini» y «De su Alma y de su Pluma» de Sabino Arana.
Xirinachs fue cura y llegó a monseñor. Presumía de humildad y afanosa dedicación a los necesitados. Coincidí con él en el aeropuerto del Prat. Era separatista, pero esa cualidad hay que integrarla entre sus principales virtudes. Se acercó al mostrador de Iberia y le comunicaron que en el inmediato vuelo hacia Madrid quedaban libres dos asientos de turista, pero que la «Clase Preferente» estaba completa. Enfureció como una mona pirenaica, especie que se extinguió hace 22.000 años, aproximadamente. Una mona muy irritable, según la ciencia naturalista. Puso a caer de un burro a la encantadora azafata de Iberia: –¡Soy parlamentario y usted una inútil!–.
Y como era de natural humilde, renunció a ocupar un asiento de turista y sacó la tarjeta de embarque en «Clase Preferente» para el vuelo posterior. Todo menos mezclarse con los viajeros de la clase económica.
En el aeropuerto de Gando, Gran Canaria, una diputada de «Podemos», la juez Victoria Rosell que tiene pendiente una comparecencia ante un colega por sus raritas artimañas judiciales, exigió de muy malos modos que se le habilitara la Sala de Autoridades para aguardar con más distinción y trato deferente la salida de su vuelo a Madrid. Cuando el representante de AENA le comunicó que según el nuevo protocolo los diputados y senadores no tienen derecho a ocupar tan cómoda dependencia, la juez rarita de «Podemos» enfureció como otra mona. La mona del Roque Nublo, extinguida hace 35.000 años, y según la ciencia naturalista, aún más irritable y pendenciera que la mona pirenaica.
La diputada canaria de «Podemos» tenía a su disposición, y con pleno derecho de uso, la «Sala Vip» del aeropuerto canario. Pero la «Sala VIP» le parecía poco VIP. Una parlamentaria populista necesita, al menos, una «Sala Super Vip», es decir, una sala para ella, sin gente contaminante a su alrededor, libre de miradas indiscretas. En pleno siglo XXI, no se puede tratar con tanta desconsideración a una representante del estalinismo. Se atreven a hacerlo porque Stalin está muerto, que estos de AENA son como son.
Esas reacciones altivas, imperativas y soberbias, ese «no sabe usted con quien está hablando», esa prepotencia diferencial no demuestran otra cosa que la falta de clase, la ansiedad hortera que invade a quienes no están acostumbrados a la distinción, y que en lugar de agradecerla, la exigen. Esta juez –juez, nuez, vez, prez, chochez y desfachatez, y no jueza, nueza, veza, preza, chocheza y desfachateza–, es una ineducada y prepotente ocasional. Esta Victoria Rosell que exige «distinción» no es nada distinguida. La populista que aborrece la cercanía de la gente. Demasiada gente la que espera en la «Sala VIP» del aeropuerto de Gando para compartir el oxígeno con tan importante diputada de «Podemos».
Al final, siempre terminan por eliminar el disfraz y mostrarse como son y lo que son. Horteras.
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