Julián Redondo

Noche de Ramos

Conectó la BBC (Benzema-Bale-Cristiano Ronaldo) y Ancelotti vio otra película, que había sido de

miedo en el «primo tempo». Las salidas por arriba nunca han sido el punto fuerte de Casillas. Más que altura, le falta decisión y entrenamiento intensivo. Pero tiene ángel y un campo de girasoles a su espalda, que es mucho más que una flor en salva sea la parte, y unos reflejos como ningún otro portero del mundo en la distancia corta, el temible uno contra uno. Es prodigioso y obra abundantes milagros, como cuando despeja la trampa de Pepe o el cabezazo a bocajarro de Marchisio. Es portero, de los mejores del mundo, y se sabe que es portero y como tal, falible. Con él las dudas son metafísicas; con su amigo Sergio Ramos, inauditas. Pivote en el Camp Nou, fracaso total ante el Barcelona; lateral derecho en el Juventus Stadium, una escopeta de feria que Varane, precipitado al entrar a Pogba, corrigió como un veterano con más fundamento que los guisos de Karlos Arguiñano. Quiso Ancelotti que fuera la noche de Ramos y volvió a descolocarle, como hizo en el Camp Nou. Pero se sobrepuso a la celada, como el equipo a esta extraña Juve de Fernando Llorente, delantero algo más que «bello».