Iñaki Zaragüeta
Nos debe una explicación
Querría desechar lo que faltaba, la posibilidad de que Baltasar Garzón haya ahondado en su propio fango con asuntos aún más graves que el delito de prevaricación por el que fue condenado. Ojalá que no sea así, lo digo de verdad, y se trate de una casualidad, trágica y lamentable. No quiero reproducir el calificativo que me viene a la mente por el hecho de que Bolinaga haya eludido a la Justicia de una acusación de asesinato y se encuentre disfrutando de la libertad por un pacto vergonzoso con la organización terrorista.
En este asunto cruel hay que diferenciar dos aspectos. El primero, la impecable labor de la Guardia Civil que, cumpliendo con su deber de servicio a la Ley y a España, trata de esclarecer 349 atentados, todavía en tinieblas. Gracias a esta labor, en enero de 1998 los investigadores enviaron el informe en el que se imputaba a Bolinaga el asesinato del cabo Antonio Ramos. Inexplicablemente, el caso no ha sido juzgado. ¿Por qué? Es lo que hay que desvelar.
Entro en la segunda parte. Me encantaría desechar la tentación de fijar la mirada en el polémico magistrado, pero su currículum le precede. Quien tantos servicios ofreció contra el terrorismo, hace demasiados años, eligió más tarde una deriva que le condujo al «estrellazo» de una conducta delictiva, primero, y, más tarde, a defensor de cualquier causa, por estrambótica que sea, que pueda dañar nuestra imagen y la de las instituciones. De ahí que toda posibilidad deba ser investigada.
Tanto que le gusta en la actualidad determinadas tendencias, le vendría bien recordar aquello de que «el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber» (José Martí). Como mínimo, al modo de Pepe Isbert a sus paisanos de Villar del Río, Garzón nos debe una explicación. Así es la vida.
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