María José Navarro

«Only for»

La Razón
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Se acaba de abrir en Argentina una nueva polémica provocada por la última idea del Gobierno de Mauricio Macri para frenar la violencia de género: poner en marcha vagones exclusivos en el Metro para las mujeres durante horas muy concretas al día. No es una creación nueva, ni mucho menos. Japón, por ejemplo, tiene implantado este sistema desde hace tiempo, fundamentalmente en los ferrocarriles que viajan a zonas del interior. Lo ha hecho La India, México, Brasil, Indonesia y Egipto. En Europa, sin ir más lejos, ya lo tienen a su servicio las mujeres suizas, las checas y muy recientemente las alemanas que viajen solas al estado de Sajonia o acompañadas por niños. Curiosamente la medida en Argentina ha causado mucho revuelo sobre todo entre los votantes de izquierda y lo atribuyen a los intentos finales de segregación del Gobierno de Macri, parecidos a los que sufrieron los negros en el sur de Estados Unidos. Curiosamente también en el Reino Unido, la propuesta de hacer lo mismo ha llegado desde la izquierda, desde los laboristas. Adivinen quiénes se han opuesto por considerar que apesta a segregacionismo. Exactamente, los conservadores. Y en el centro de todo eso estamos nosotras, que pensamos que algunas medidas de discriminación positiva como la igualdad en los sueldos o el acceso a los cargos directivos son necesarias. Quizá no para siempre, quizá con cierta duda sobre si la contundencia no se nos acabará volviendo en contra. Entiendo que las mujeres argentinas desprecien en general una medida demagógica por considerar que no es una prioridad con la que está cayendo y que además tiene el peligro de meter a todos los hombres en el mismo saco. Entiendo que no quieran ser engañadas ni atemorizadas. Entiendo sus recelos. Pero no vayamos también a hacerle el trabajo a ellos. Que empiecen los tíos a considerar que es un problema, un gran problema que un tipo nos pueda meter impunemente mano en el bus. Sobre todo porque las próximas pueden ser sus hijas.