Iñaki Zaragüeta
Otra mina de Bárcenas
Mientras llega el momento en que Luis Bárcenas dé, presuntamente «of course», con sus huesos en la cárcel por los, presuntos desde luego, delitos cometidos, coincido con mi amigo Rogelio en que debería pensar en instalar una academia o redactar una colección por fascículos sobre cómo obtener miles y miles de millones de pesetas –decenas y decenas de millones de euros–comprando y vendiendo obras de arte y adquiriendo y desprendiéndose de acciones. «El arte de cómo hacerse rico antes de llegar a viejo».
Si ello, de por sí, ya tiene mérito, ¿qué podemos decir si se logra sin ser marchante, ni anticuario, ni agente de cambio y Bolsa, ni cazatalentos? Porque, no lo olvidemos, lo ha conseguido dedicándose a ello como «hobby», en sus ratos libres, porque su trabajo principal lo desarrollaba como tesorero del PP y, previamente, como auxiliar de sus antecesores. Estoy convencido de que añadiría un buen capital a los pingües beneficios ya ingresados y que ha extendido, según van descubriendo los investigadores, a lo largo y ancho de ese mundo, como diría aquel entrañable «capitán Tan». Eso sí, siempre en paraísos con ventajas fiscales o secretos bancarios, no en los que superan a España respecto a esa nimia circunstancia.
Como suele suceder en estos casos, el acosado intenta poner en marcha el ventilador para que la sospecha y la vista se amplíen cuanto más extensamente se pueda, con la intención de confundirse con el terreno y pasar desapercibido. Ni lo ha logrado ni lo logrará. Da la impresión de que tan sólo puede confiar en el «garantismo» de la Justicia española o en algún error procesal que conlleve la anulación. Así es la vida.
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