Cristina López Schlichting
Ovnis
Yo crecí entre marcianos. Tal vez fue el estímulo de la llegada del hombre a la Luna en 1969, pero los 70 fueron años de avistamiento de ovnis y abducciones (sobre todo de yanquis). Los extraterrestres se codeaban con testigos que después contaban por la reciente tele sus fabulosas experiencias, generando un efecto contagio. Tengo dos amigos íntimos que aseguran haber visto respectivamente un platillo volante en Barcelona y unas luces inexplicables en Málaga en aquellos años. Los sucesos de Málaga están documentados en la Prensa. Los padres de mi generación leían a Erik Von Daniken, especialista en vida espacial y contactos interestelares, y nos motivaban mucho. A mí lo de los marcianos me encanta y no me parece en absoluto descabellado, me gustaría ser de las primeras en saludarlos, pero me temo que las noticias sobre ellos son directamente proporcionales a las dificultades de la NASA para recaudar fondos. El progreso de la ciencia es cosa que conmueve poco a los políticos y por eso es preciso estimular su muy escasa imaginación. La posibilidad de aquilatar la densidad de los gases de Júpiter o la hondura de los agujeros negros (perdónese el lenguaje a una ignorante) deja fríos a los señores congresistas de los EE UU, que, sin embargo, beben los vientos si les hablan de agua en Marte o vida extraterrestre, cosas que consiguen comprender. Con tal de que los chinos o los rusos no se les adelanten a la hora de saludar a ET, aflojan entonces la guita que les niegan a los sabios para informes más sesudos y seguramente más fundados e interesantes. Me alegra saber que la NASA recibirá este año 17.000 millones de dólares, pero es una pena que sea una cantidad menor que el año anterior. La diferencia en la cifra explica seguramente este chorreo de marcianos.
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