Ely del Valle

Pactos de papel

«Ni la de Zapatero ni la de Rajoy, yo le propongo la política de Rubalcaba». Con esas palabras, no demasiado afortunadas, el líder del PSOE ha dejado claro por dónde va su «mano tendida» hacia la conclusión del gran pacto que propone, y que no es otra que la imposición de sus medidas.

Para empezar, la idea de que un consenso entre las dos fuerzas políticas mayoritarias va a ser la solución de nuestras vidas no es cierta. Es posible que ayude, pero el pacto en sí no es garantía de nada. Todo dependerá de lo que se acuerde. En segundo lugar, hay un partido que, nos guste o no, tiene la obligación, por decisión de una amplísima mayoría de los españoles, de gobernar. Será pues ese Gobierno, y no una oposición que cada día cuenta con menos adeptos, el que decida qué puntos son negociables.

En tercer lugar, pretender que ese pacto se cimiente sobre la base de unos argumentos que jurídicamente son inviables, como es el caso de la utilización de los fondos MEDE para partidas que no se recogen en su contrato inicial, no deja de ser un engaño a la ciudadanía.

La idea de que los pactos de la Moncloa se pueden reeditar no es factible. Las brechas que separan las políticas del PP y del PSOE son muchas y profundas, y por eso quizá la solución no esté en grandes acuerdos inviables sino en pactos puntuales sobre pensiones, adelgazamiento de las administraciones, o financiación de las autonomías, por decir algo. Hay veces en que de a poquitos se consiguen mejores resultados que con un órdago a la grande. Otra historia es que lo que se pretenda en realidad es arreglar el país y no ganar votos, pero eso queda en la conciencia de cada cual.