José Clemente
Pasado, presente y futuro
Sólo al ver la imagen que hoy ilustra estas Crónicas Murcianas me vino a la mente el titular que las encabeza, pues ninguna otra instantánea podría reflejar de mejor manera una historia tan densa y longeva como la del partido que fundara Paulino Iglesias (nombre con el que firmó el acta del I Congreso Federal de la Región Española, 1870-1874), y que serviría de embrión al nacimiento del PSOE cinco años más tarde, cuando un grupo de intelectuales y obreros se reunieron clandestinamente en la Casa Labra de Madrid un 2 de mayo de 1879. Pero hoy no les hablaré de ese pasado tan lejano, ni de las salidas de tiesto del fundador del PSOE cuando dijo aquello de que sólo acataría la legalidad mientras ésta le beneficiase, ni de los muchos errores que cometieron antes, durante y después de la II República, ni de los crímenes en los que se vieron involucrados muchos socialistas durante la Guerra Civil, ni de cómo se esfumaron durante la larga noche del Franquismo. No. Hoy el punto de partida está en la llegada al poder de Felipe González hace 30 años, lo que supuso y heredamos de él hasta experimentar esa extraña metamorfosis que ha llevado al PSOE de ser «un viejo partido, a un partido viejo».
Felipe González llegó al poder el 28 de octubre de 1982, un día en el que altos oficiales del Ejército habían planeado lo que más tarde se conoció como el «golpe de los coroneles», una asonada que venía a sumarse a la del 23-F un año antes, pero que, como el primero, fracasó estrepitosamente. El primer gobierno de González se constituyó el 2 de diciembre de ese mismo año, y lo hacia con la mayoría absoluta más aplastante de nuestra reciente historia democrática, al lograr 202 diputados de la Cámara baja. La campaña lanzada por el PSOE bajo el eslogan de «El cambio», coincidió con los anhelos de la mayoría de los españoles, que le catapultaron a la Moncloa para gobernar sin apenas oposición posible. Sus políticas económicas liberales le granjearon todo tipo de enemigos, especialmente entre los suyos, que le fueron retirando la confianza de modo progresivo para dejarle en minoría en 1996, cuando José María Aznar le ganó las elecciones. Fue valiente, sin embargo, en algunos aspectos internos del PSOE, como cambiar su adscripción marxista por la socialdemócrata, y por dar continuidad a la política española de integración con Europa, lo que nos permitió ser una de las doce estrellas de la bandera de la Unión.
Si gobernación, dos de ellas con mayoría absoluta, estuvo jalonada de grandes aciertos, como la reconversión industrial, los derechos de las minorías, la entrada en la OTAN y en la Comunidad Económica Europea (CEE), la universalización de la Sanidad y la Educación y, sobre todo, el desarrollo de las infraestructuras nacionales, pero también de colosales errores, algunos de los cuales penetraron en el tejido de la cultura política de nuestro país como la tinta china del tatuaje. Me refiero, claro está, al endeudamiento de España a todos los niveles, el recorte de las prestaciones por desempleo, la creación de las empresas de trabajo temporal (ETT), a base de «contratos basura», la expropiación de Rumasa saltándose a los tribunales de justicia a la torera, la creación de los GAL (Terrorismo de Estado), los Fondos Reservados, el asunto de Francisco Paesa, el mal uso de los fondos comunitarios y, muy especialmente, la corrupción generalizada que se instaló entre nuestros políticos, con escándalos tan relevantes como el «caso Roldán» y la extensión del amiguismo en las administraciones gobernadas por el PSOE, que dieron lugar al «caso Filesa» y el «caso Juan Guerra», que acabaría por romper la amistad entre Felipe González y su vicepresidente del Gobierno y mano derecha, Alfonso Guerra. Capítulos que ensombrecieron la gobernación del carismático líder del PSOE y que supuso el declive del socialismo hasta límites insospechados.
Hasta aquí he hablado del pasado del PSOE, reciente, pero pasado, al que habría que sumar el nefasto tránsito de José Luis Rodríguez Zapatero tras los atentados del 11 de marzo de 2004, un pasado aún más reciente y de infausto recuerdo que sirvió para devolver el poder al PP. Y del pasado aún más reciente me veo obligado a hablarles del presente más rabioso que encarna el actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente del Gobierno con Zapatero en los peores años que se recuerdan desde la llegada de Felipe González, pues no sólo no cortó con ese mal endémico de la corrupción generalizada intramuros del partido, sino que se vio incrementada como ahora vemos en Andalucía y Cataluña. Y junto al pasado y el presente va de la mano el futuro del socialismo español, un futuro que en la imagen encarna la secretaria de Innovación del PSOE, María González Veracruz, hija del actual secretario socialista de la Región de Murcia, Rafael González Tovar, que guarda el puesto y bien calentito a su primogénita, pese a contar en su haber con la mayor derrota socialista jamás conocida en esta tierra. La familia González es claramente «rubalcabista» y eso podría acarrearles futuros problemas en el caso de que el secretario general se viera obligado a abandonar. Un pasado, un presente y un futuro que no deja de ser sino «más de lo mismo».
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