José Antonio Álvarez Gundín

Pedagogía de la Parot

Los nacionalistas vascos y la izquierda han exigido al Gobierno de Rajoy que se dé prisa en aplicar la sentencia de Estrasburgo y que «haga pedagogía». Por «hacer pedagogía» se entiende la acción de espolvorear azúcar glas sobre la bosta todavía tibia para facilitar su ingesta sin provocar el vómito. De acuerdo, hagamos pedagogía, comamos. Recordemos, por ejemplo, que la «doctrina Parot» se utilizó como moneda de cambio en la negociación entre ETA y el Gobierno, de modo que si la banda tenía a bien cerrar el negocio, el Estado sabría la forma de liberar a los etarras encarcelados desde la ley de amnistía de 1977 hasta 1995. Es decir, la salida anticipada de la partida más sanguinaria cuyo historial acumula el 90% de todos los asesinatos cometidos por la banda en sus 50 años de muerte. La oferta parecía irrechazable y, en todo caso, la «doctrina Parot» resultó muy convincente. Sigamos haciendo pedagogía. Felipe González rechazó sendas propuestas de Fraga y de Aznar, en 1986, 1987 y 1991, para suprimir los beneficios penitenciarios a los etarras. Y la reforma del Código Penal que hizo en 1995 fue una chapuza técnica y jurídica de tales proporciones que gracias a ella el Tribunal de Estrasburgo no tuvo siquiera que mancharse las togas con el polvo del camino: la disposición transitoria primera deja bien claro que los etarras condenados hasta esa fecha se benefician del Código Penal franquista. Esto de que los asesinos sean premiados por leyes de Franco requiere, más que un esfuerzo de pedagogía, unas buenas tragaderas. Resumen didáctico: una doctrina que ha dado excelentes resultados en defensa de la democracia es anulada y sustituida por una legislación franquista que beneficia a los asesinos. Con razón dice la izquierda que está volviendo el franquismo. Por lo demás, si hay algún pedagogo de guardia, que acuda a recepción.