Campaña electoral
Pedro, ¿qué parte de los 137 escaños no entiende?
Los más listos son los que más se equivocan. No lo digo yo sino un estudio sobre el Big Data. Pedro Sánchez debe de ser listísimo porque persiste en el error con una pasmosa continuidad, sólo que ahora después de sobrevivir con la agudeza de un cuenta chistes ya sólo le queda el comodín de la llamada. La llamada de Rajoy. Como es tan listo le dirá que no es no, en otro capítulo de esa historia de guerrero samurái que se va construyendo hasta el harakiri final. Pedro niega tres veces al elegido antes de que suene el canto del gallo, o el de loco, porque más que políticos parecen ustedes cabras, vacas sin cencerro, arañas de serie b, extraterrestres que se arrogan la construcción de las pirámides, expedientes x, nacidos bajo el signo de Caín. Los españoles no queremos otras elecciones. ¿Qué parte de esta oración es la que no entiende el líder socialista? Pocas veces la lectura de las urnas estuvo tan clara. Estamos cansados. Les tenemos manía a esos discursos cansinos y tan frívolos como una canción chicle pop, que es lo que vendrá después de tanto relato intenso y reivindicativo, de la misma manera que la falda larga sucede a la mini. No queremos verles en el trilerismo ilustrado de las estrategias, como si la España que quiere irse de vacaciones fuese un juego de rol y los ciudadanos, unos muñecos que hacen pipí y plopló cuando nos aprietan un botón. Si fuera inteligente, más que listo, Pedro Sánchez negociaría seguir al frente del partido sin que las hordas asedien su castillo a cambio de aceptar la evidencia y pasar una temporada en la oposición. Es su última bala. Podemos pinchará como la burbuja inmobiliaria y necesitará un rescate. Si no se lo da, el PSOE volvería a ser el jefe de la izquierda realista y podría sentarse en el trono de hierro que las khalessis travestidas intentaron robarle. Sánchez ha ganado la batalla al populismo, ahora tiene la oportunidad de rematarlo antes de que el monstruo al que ayudó a engordar se recupere. En este momento el más fiero adversario de Sánchez es él mismo. El hombre que olvidó el quitaojeras la noche del 26-J. El que salvó la camisa aunque hecha unos zorros. Quien no entienda que los españoles urgen a tener un Gobierno estable como sea es que duerme en la luna de Kubrick. No se trata de descifrar el monolito y entrar en juegos metafísicos que podrían llevarnos varias legislaturas, incluso varios siglos hasta que la profecía se haga realidad tangible, sino de leer en los 137 escaños que consiguió Rajoy gracias en parte a los seis meses de corrales de comedias. Con una calculadora basta. Y hasta con varias manos.
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