Julián Redondo
Pitos
A Diego López le cayeron dos chaparrones, el atmosférico y el de una parte de la grada que, por lo oído, le responsabiliza también de la muerte de Manolete. Tocaba el balón y le pitaban; sacó una vez mal y le pitaron más. Entretenidos con él, se olvidaban de Benzema, que es buenísimo, un figura que falla demasiados goles. Cebados con el portero, de Bale quedó el pase del 1-0 a Cristiano, sus tantos posteriores y se pasó por alto el planchazo ante Rubén, anticipo de la sentencia de este Rayo «4-B»: bueno, bonito, barato y blando. Quería ganar, mas no podía, y el Madrid goleó y No pierde de vista la Liga.
En Corcellà, el fútbol-contact propuesto por el Espanyol incomodó al Barça. Pero entre la intensidad, la presión múltiple, lo justito de fútbol y la patada al tobillo hubo ocasiones de gol, nítidas y malogradas, como la de Neymar y las de Pizzi al principio, y la jugada polémica: Neymar salta en el área, controla con el brazo izquierdo, rebota el balón y Javi López, con menos voluntad que el «crack» brasileño, toca con la mano. Clos pita penalti. Polémica que te crió para toda la semana. Luego, expulsión de Casilla (merecida) y Javi López, portero por obligación, hizo dos paradas más que Pinto.
En San Mamés, fútbol de fuerza (aérea) y Diego Costa, centro del universo atlético, ariete, bayoneta y cañón; remedio contra esa enfermedad de los equipos que aprueban por los pelos el examen de toque y control de balón. Jamás se rinde; con la pelota en los pies es arma de destrucción masiva; recoge pases y melones que convierte en oportunidades de gol. Siempre llega; en ocasiones se precipita y en otras muchas acierta, como acierto pleno es que forme parte de «La Roja». Cada partido aumenta la ventaja sobre Negredo, Torres, Villa, Llorente..., la competencia. Aunque Teixeira Vitienes, José Antonio, no le concediera aquel penalti flagrante de Laporte. Siempre ha habido clases. Y las habrá. Como emoción en la Liga, por ahora rojiblanca.
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