Alfonso Merlos

¿Podemos ocultar más?

Tic, tac, tic, tac. Pasan los días y la mesiánica extrema izquierda que avanza frenéticamente en los sondeos sigue sin aclarar sus cuentas. Nunca los comunistas se han distinguido por su transparencia a la hora de rendirlas a los ciudadanos. Pero el caso del otrora «clan de Somosaguas» pasa de castaño oscuro; o sea, desborda los límites tolerables en una democracia madura.

Digámoslo claramente. Ni las bases de Podemos ni los ciudadanos que eventualmente podrían apoyarles electoralmente conocen con precisión matemática cuáles son las fuentes de financiación del partido. Al contrario. Quienes se presentan como los campeones de la regeneración ante el Tribunal de Cuentas no han dejado sino un reguero de dudas razonables y sospechas fundadas. Y la pregunta es: si en sus primeros meses de vida el chavismo ibérico no es capaz de hacer un relato sobre los dineros que maneja, y al tiempo se certifica que alguno de sus dirigentes se forra, ¿qué podemos esperar del futuro? ¿Se puede ocultar más en menos tiempo?

La cuadrilla de Iglesias y Monedero lo está confundiendo deliberadamente todo: intereses y patrimonio personal, proyectos supuestamente filantrópicos y sin ánimo de lucro, balances financieros de una formación vocacionalmente bolivariana... ¡¿Qué más se puede pedir?!

La sociedad civil española tendrá sus debilidades y carencias pero no es éste un país tercermundista, ni está al borde del caos social y económico, ni se asoma a ningún precipicio, ni está abocado al desastre. No. De manera que a estos falsos apóstoles de la redención más les valdría levantar el velo sobre su negocio político. Si no lo hacen serán castigados. En las urnas y antes. Todo llega.